domingo, abril 14, 2013

SIOP



Cuando acepté participar en este taller me prometí que el testimonio de mi experiencia personal no se convertiría en una especie de Sálvame en el que quedaron expuestas las miserias de mi familia y las mías propias, no fuera que los asistentes se llevaran de este encuentro el recuerdo traumático de haber conocido a una especie de Paquirrín del Maresme. Soy el primer interesado en que tal cosa no suceda, pero dado que este es un encuentro que tiene el objetivo principal de transmitir ejemplos de que unas circunstancias más o menos difíciles no deben ser un obstáculo para conquistar los objetivos que uno se ponga en la vida, no me quedará más remedio que explicar algún episodio personal, aunque sea muy superficialmente, de manera que ya pido perdón por anticipado.

Soy el séptimo de nueve hermanos de una familia procedente de Extremadura. De la Extremadura profunda, pero no de una profundidad media, sino de la más profunda y oscura que quepa imaginar. De hecho, el pueblo de mis padres es la prueba definitiva de que en realidad la Tierra es plana, porque más allá termina la civilización, sólo hay un abismo por el que se precipitan los coches y el ganado que no frena a tiempo.

Mi familia sería lo que hoy en día se conoce como una familia desestructurada. Tan desesctructurada que estoy convencido de que cuando la Real Academia de la Lengua aceptó el término desestructurada, lo hizo después de pasar un fin de semana en nuestra casa. Ustedes mismos lo pueden comprobar. Un día de estos, cuando estén aburridos, consulten el diccionario de la RAE y busquen la página donde está la palabra desestructurada, verán que en lugar de la palabra están las fotografías de todos los miembros de mi familia.

El principal responsable de esa desestructuración era mi padre, un hombre de lo más peculiar, con muchos defectos que no enumeraré ahora por falta de tiempo. Mi padre sufría una rara enfermedad, los efectos de los cuales consistían en experimentar una fortísima alergia al trabajo, de manera que buscaba los métodos más disparatados para ganar dinero sin cansarse demasiado, aunque eso conllevara tener problemas con la ley. Sus discrepancias con la ley obligaban a la familia a cambiar de domicilio continuamente por toda Catalunya, y a veces por España, como si fuéramos un circo. Todos estos cambios de domicilio afectaron mis estudios y a los de mis hermanos. Tuve que abandonar el colegio en séptimo de EGB. No obtuve ni el certificado de estudios ni mucho menos el Graduado Escolar. De los 16 a los 20 años, estuve trabajando en una frutería, sin contrato y casi sin sueldo. Durante todo este tiempo, sin embargo, no dejé de practicar las dos cosas que más me han gustado siempre: el dibujo y la literatura. Dibujaba sin parar y leía libros sin parar. Con veinte años encontré un trabajo fijo con una nómina fija, y con el dinero que me quedaba después de entregar el sueldo en casa, me matriculé en la Escuela Joso de ilustración y cómic, en Barcelona. Al terminar, decidí hacer algo que había aplazado durante demasiado tiempo: obtener el Graduado Escolar. Me saqué en la Escuela de adultos Can Noé, en Rocafonda. Durante este tiempo también me dediqué a escribir, escribía pequeñas historias y un día, casi en broma, envié un par de relatos en un concurso internacional de literatura, y los dos relatos quedaron finalistas. Lo verdaderamente importante de este hecho fue que me publicaron los relatos, y eso posibilitó que pudiera matricularme en un curso de Postgrado sobre crítica literaria en la Universidad Pompeu Fabra, al que sólo se podía acceder si eras universitario o tenías obra publicada. Este curso de postgrado fue muy importante, porque al asistir a la universidad durante un par de meses y convivir con universitarios, y respirar el ambiente universitario, creció en mí el deseo de estudiar una carrera. La única forma de hacerlo era mediante la prueba de acceso para mayores de 25 años, pero en Mataró era muy difícil encontrar un centro compatible con mi horario de trabajo. La comunidad china acudió a mi rescate, como contribuyeron al final de la industria textil en Mataró, contribuyeron, de paso, a que cerrara la empresa donde yo había trabajado durante 14 años. Aproveché los dos años de paro para estudiar y para reciclarme, un año lo dediqué a sacarme el nivel C de catalán y a alcanzar todos los conocimientos informáticos que finalmente me permitieron acceder al trabajo de dinamizador,  y el otro año lo dediqué a realizar la prueba de acceso a la universidad para mayores de 25 años. Hace cinco años que estoy en la universidad. Actualmente combino mi trabajo de dinamizador en Telecentro de Mataró con la carrera de Estudios Literarios en la Universidad de Barcelona, ​​y con algún proyecto esporádico como ilustrador, y la escritura de artículos y reseñas literarias para dos webs de literatura, ambas coordinadas por la escritora Care Santos.

No sé si todo lo que he hecho a lo largo de mi vida servirá de algo. Espero que sí. En cualquier caso lo que estoy seguro es de que nadie me podrá reprochar que, como mínimo, he hecho todo lo que estaba a mi alcance para intentar cambiar las cosas. En todo caso, creo que estarán de acuerdo conmigo en que me he ganado el derecho a que mi fotografía desaparezca del diccionario del lado de la palabra desestructurado.

Por último, quisiera terminar con unas palabras que hace muchos años le leí a un escritor, y que nunca he podido quitarme de la cabeza. Dicen así: lo importante, lo verdaderamente importante no es lo que la vida ha hecho contigo, sino lo que tú haces con lo que la vida ha hecho contigo.

2 comentarios:

zer0gluten dijo...

Mi más sincera admiración.
No tengo palabras.
Sabes que pese a no conoceros personalmente, parte de tu familia significa mucho para mí.
Un beso grande.

Arcadio dijo...

Muchas gracias.
Y espero que tu sepas o intuyas que la admiración y el cariño, pese a la distancia, es mutua. En Catalunya tienes una familia, circense, pero familia al fin y al cabo.

Lo que explicó aquí es un 1%. Y no quiero que dé la sensación de que solo me ocurrió a mí. De hecho, hay hermanos que lo pasaron tan mal, que han pagado las consecuencias toda su vida. Yo solo lo escribo.