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miércoles, enero 01, 2014

El intérprete perturbado de Mandela

No dejo de pensar en el interprete del funeral de Mandela. Ahí estaba el tipo, medio tarado o temporalmente ido, o perturbado del todo, o, sencillamente, loco de atar, pero, al fin y al cabo, ahí, al lado de Obama, nada más y nada menos, junto a uno de los hombres más inaccesible y protegidos del mundo. Si en lugar de limitarse a hacer lo que hizo, esto es, inventarse o improvisar un singular pero inofensivo lenguaje de sordomudos, se hubiera girado y estrangulado, o disparado, o acuchillado, o lanzado una dentellada a la yugular del presidente de Estados Unidos y se lo hubiera cargado, nadie hubiese creído que ese tipo con aspecto de bonhomía hubiera sido capaz de actuar solo, porque nadie puede creer, de antemano, que sea tan fácil acercarse a un personaje de semejante calibre sin caer abatido por las balas o sepultado bajo una montaña de agentes del Servicio Secreto. Y sin embargo, ese pobre desgraciado ha superado todos los controles de seguridad y se ha plantado junto al hombre más poderoso del mundo. Y si él ha podido hacerlo hoy día, cuando parece que la protección de las personalidades de primer nivel es mucho más estricta y rigurosa que años atrás, aunque solo sea porque con el discurrir del tiempo se adquiere experiencia y se mejora la técnica, cómo no pudo hacerlo Lee Harry Oswald. Cómo no pudo el asesino de Kennedy comprar un rifle por correo, como en efecto hizo, y colocarse en la ventana de un edificio y esperar apostado allí, con paciencia, quizá aburrido, a que circulara ante él el coche en el que viajaba el presidente. Al final resultará que todo es posible, que nada es tan complicado como parece, y que, las más de las veces, basta el azar y la sucesión de hechos banales para modificar la Historia o hacerla a avanzar.