viernes, noviembre 20, 2009

El Alakrana


Les seré franco: la mayoría de las veces expreso opiniones en este blog en relación a asuntos de los que no tengo la más remota idea. Algunos ya habrán reparado. No sólo me faltan elementos de juicio, sino que, además, carezco, creo, de la formación intelectual para juzgarlos con el rigor y la propiedad de quienes sí estan facultados. Con decirles que la poca información que poseo la obtengo de los medios de comunicación les he dicho todo. Periódicos mayormente. Pero como los diarios acaban tomando partido por una realidad que difiere sutilmente de la verdad, cuando no por completo, de poco sirve acudir a ellos pensando que cuanto leas se acercará a la verosimilitud de lo sucedido. Dicen que la solución al problema es leer varios periódicos de línea editorial opuesta. Pero yo, la verdad, no veo en qué forma puede solventar la cuestión acudir a fuentes que se esfuerzan por alejarlo a uno de la verdad con el fin de llevarlo, como si dijéramos, a la suya propia. En ese caso leer dos periódicos no hace sino duplicar el problema, de igual forma que acudir a tres la triplica. Por no decir que me parece una memez y una pérdida de tiempo escudriñar cuanto periódico salga al marcado a fin de descifrar la verdad. Debiera bastar con uno, y que no sea así es un síntoma del fracaso clamoroso del periodismo.

Lo ideal, me parece a mí, sería leer uno solo que describiera rigurosamente la veracidad de los hechos con la equidistancia obligada. Pero tal cosa resulta, como saben, imposible, lo cual, insisto, dice muy poco en favor de la prensa, habida cuenta que su razón de ser se ha sustentado siempre en esa suerte de código deontológico según el cual el único motivo por el que existe el periodismo es, primero, la búsqueda infatigable de la verdad y, segundo, su difusión incontaminada a cuanto mayor y diverso público sea posible.


Todo ello lo aboca a uno al desaliento, a la desconfianza, y propicia que algunos abordemos la realidad a partir de la pura observación y el instinto, y alcancemos conclusiones que, a priori, difieren de la expresada con unanimidad por los medios de comunicación. A resultas de lo cual puede darse el caso de que uno manifieste opiniones que resulten embarazosas sólo porque no se ciñen a la que han propagado los diferentes medios. Por ejemplo, en el asunto del secuestro del pesquero Alakrana, a tenor de lo que publican, se diría que soy él único que cree inquebrantable esa máxima de que un gobierno no debe negociar bajo ningún concepto con terroristas, secuestradores o delincuentes, del cariz que sean, y si se aventura a hacerlo, deberían dar explicaciones inmediatas de por qué han decidido establecer ese precedente. Parece, asimismo, que no es políticamente correcto señalar que el Alakrana ha provocado todo este embrollo al obviar la zona de seguridad señalada por las autoridades competentes, y adentrarse en territorio hostil o, como si dijéramos, de aguas procelosas en las que los piratas somalíes campan a sus anchas armados hasta los dientes, lo cual sería suficiente para disuadir a cualquiera al que se le pasara por la cabeza hacer lo que finalmente hizo el pesquero español.

Recientemente se ha aprobado una ley en Catalunya que obligará a pagar el rescate a todos aquellos ciudadanos imprudentes que decidan saltarse los avisos metereológicos o de otra índole, e internarse temerariamente en bosques o montañas susceptibles de resultar peligrosas. A partir de ahora, como digo, se les cobrará el dispendio al que ascienda su temeridad, a fin de que el erario público no deba correr con los gastos que se derivan de la imprudencia del primer insensato que se calza unas botas de montaña recién adquiridas y decide estrenarlas pese a los avisos de que arrecia el mayor temporal desde que Noé botó su arca.

Yo, qué quieren que les diga, no veo por qué semejante medida no podría extenderse a las aguas surcadas de piratas. Pero yo, como digo, no tengo ni puta idea de lo que hablo. Y, a veces, ni falta que me hace.