sábado, septiembre 19, 2009

Me la trae floja



Me pregunto si soy la única persona que encuentra ridículo que David Meca apareza en todas las fotografías que le toman con la señal de las gafas de nadar marcadas en torno a los ojos. Puedo entender que aparezca de tal guisa a la conclusión de uno de los entrenamientos que lleva a cabo para batir uno de esos récord tan asombrosos como inútiles, pero, virgen santa, ¿es necesario también que aparezca así en una gala de televisión, o en una entrega de premios, o en una telenovela o en un anuncio, o en cualquier otro berengenal mediático a los que tan aficionado parece ser? Me niego a creer que no exista un maquillaje lo suficientemente eficaz para cubrirle esa suerte de antifaz blanco que permanentemente luce en su carita afilada de pez espada. Pongo a dios por testigo que yo, con estos ojitos, he visto algún documental sobre competiciones de culturismo en que los hiperbólicos cachas que competían se pasaban por el cuerpo un rodillo impregnado en maquillaje que, de tan competente como era, acababa cubriéndoles hasta el vello de los cojones, de tal forma que los tipos parecían poseer un bronceado que para sí lo quisiera una pija de Marbella. Cómo no va a existir en el mercado, entonces, un maquillaje que oculte la puta marca que Meca exhibe de continuo alrededor de los ojos. Tiene que haberlo coño, y si el tipo se precia en no emplearlo es porque en el fondo le gusta exhibirse con ese aspecto, lo cual multiplica por dos o por tres la poca simpatía que me merece. Porque sí, si no se han percatado, lo admito, el tipo me cae mal. A decir verdad me cae como el culo, y lo más llamativo es que si tuviera que argumentar mi animadversión sería incapaz de hacerlo. No poseo evidencias razonadas que sostengan mi animosidad. Simplemente no lo puedo tragar, y semejante circunstancia no cambiará por más que otros pretendan convencerme de que el tipo no ha hecho nada para merecer mi ojeriza. Me trae sin cuidado que hayan leído que alguien ha dicho que una vez escuchó de pasada que una persona comentaba que le parecía o sospechaba o intuía, o incluso sabía a ciencia cierta que Meca era un gran tipo, y que el dinero que obtenía de sus récords y el que proporcionan sus diversas ocupaciones lo empleaba en erradicar la hambruna que asola la Tierra. Me la trae floja, por mí como si quiere cubrir de agua el desierto del Sahara. El tipo me sigue cayendo como el culo. ¿Por qué? Ni puta idea. Me cae mal y ya está. Debe ser algo similar a lo que me sucede con el gazpacho. Y que me perdone el gazpacho por el símil. No me gusta, lo detesto, y sin embargo en mis cuarenta y un años de vida jamás lo he probado. Ni una sola vez. Ni siquiera he hecho intención de acercarme una cuchara a los labios, lo cual tiene mérito, pues según cuentan mis hermanas mi madre lo hacía delicioso. Pues no me gusta. Como Meca.