domingo, abril 07, 2013

Escrache

Sobre el escrache. Yo lo veo así: hay dos mundos, el de ellos y el nuestro. Y cada vez más distanciados. El de ellos es próspero, gozan de muchos privilegios y no hay el menor rastro de olor a sardinas. En el nuestro prevalece la incertidumbre, la precariedad laboral, el miedo. No hacen nada por mezclar su mundo con el nuestro. Nosotros sí, a veces tratamos de ponernos en su lugar, paseamos por sus urbanizaciones —cuando se puede— como turistas atónitos, como pueblerinos recién llegados a la metrópoli, y miramos las tapias altas que se alzan en torno a sus casas, pero las miramos como miramos el escaparate de una boutique de lujo, conscientes de que no están a nuestro alcance, ni lo estarán jamás. Desde su mundo condicionan el nuestro sin ver amenazado el suyo, manejan el nuestro y lo manejan a su antojo. Ellos son insensibles a nuestra suerte porque no se ponen en nuestro lugar. Para ellos, apenas existimos. Somos una multitud sin rostro que contemplan, de camino a casa, tras los cristales entintados de sus coches; somos cifras, datos macro económicos que manejan durante el día, al final del cual regresan a sus casas, tan alejadas de las nuestras. El escrache es acercar nuestras casas a las suyas, convertirnos en vecinos, el escrache es que se cuele por sus ventanas el olor de las sardinas que cocinamos, el escrache es revelarle nuestra existencia. Quizá —y sólo quizá— sea la única forma de hacerles entender que lo que hacen tiene consecuencias.

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