domingo, mayo 26, 2013

El Demiurgo.


—¿Qué haces?
—Aquí.
—¿Aquí qué?
—No sé, alguien me ha dejado aquí y se ha ido.
—¿Quién?
—Ni idea.
—Debe de ser el mismo que me ha dejado a mí.
—¿Quién te ha dejado a ti?
—El que escribe. Arcadio, creo que se llama.
—Un nombre raro.
—Rarísimo.
—¿Y por qué crees que lo habrá hecho?
—¿Dejarnos aquí?
—Sí.
—Vete tú a saber. Va probando.
—¿Qué prueba?
—Se pone a escribir, sin saber muy bien de qué, para ver si le acaba saliendo algo con cara y ojos.
—O sea que tú y yo somos producto del azar.
—Seguramente.
—Pero entonces eso significa que no se ha ido.
—¿Qué quieres decir?
—Si tú y yo somos una creación de ese tal Arcadio, y seguimos hablando, es que él está ahí, escribiendo todo lo que decimos. No se ha ido.
—Pues es verdad, no lo había pensado.
—Porque él no ha querido que lo pienses. No quiere que sepamos que no somos nada sin él, que somos marionetas. Que lo que tú y yo decimos no lo decimos nosotros sino él, ese tal Arcadio.
—Nos está utilizando, entonces. Pone en nuestra boca sus palabras.
—Exacto.
—Rebelémonos. Dejemos de ser marionetas a su servicio.
—¿Cómo? Él está ahí, con los dedos sobre su Mac, nos escucha, nos lee, ¿cómo vamos a rebelarnos?
—Dejemos de hablar. Contaré hasta tres, y dejaremos de hablar a la vez. Qué se joda ese manipulador con nombre raro.
—Venga, que se joda Leocadio.
—Arcadio.
—Lo que sea.
—Venga. Uno, dos y...¡tres!
—...
—...
—¿Estás ahí? ¡Oh, mierda!

No hay comentarios: