miércoles, noviembre 16, 2011

Diario

Diario

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Hoy toca examen de francés. Después de encerrarme el fin de semana con objeto de desentrañar los misterios inabarcables del tercer grupo de verbos franceses, esta mañana he decidido no asistir a las dos primeras clases y acudir a la biblioteca para estudiar tres horas seguidas. A ver si saco algo en claro y logro el objetivo que me marqué antes de empezar las clases: aprobar francés y griego, aunque sea con un cinco pelado.

En realidad tenía pensado saltarme solo la de griego, pero Normativa del Español se ha suspendido porque había una conferencia sobre el lenguaje jurídico.
El lenguaje jurídico.
Ahí es nada.
Apasionante.

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Después de hora y media estudiando, he ido a tomar un café con leche en la cafetería de la facultad. Mientras sorbía como el que sorbe un tazón de sopa, y un deplorable croaissant de chocolate se desmenuzaba en mis manos como el pellejo carcomido de una momia a la intemperie, he echado un vistazo a la prensa. De todas las imágenes que depara el periodo electoral, tal vez la que más detesto sea la del político que sostiene al bebé de turno. No sé por qué suerte de extraño y sonrojante impulso hay padres que ofrecen a su hijo para que sea tocado por un tipo que, al fin y al cabo, acabará siendo un corrupto, o un mentiroso y un truhán, o, en el mejor de los casos, un haragán con el que cualquier relación, siquiera casual o efímera, yo no haría pública.

Evidentemente, la culpa no es del político sino de esos padres descerebrados que arrojan su inadvertido retoño a los brazos de un desconocido, y dejan la mejilla del bebé a merced de los labios resecos de un tipo que ha estado declamando a viva voz durante un buen rato mientras en la comisura de los labios se le iba acumulando una saliva que se solidificaba y transformaba en una pasta blanca y repugnante.


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Cuando estaba a punto de regresar a la biblioteca para continuar estudiando, he reparado en una noticia que me ha llamado la atención y me ha hecho pensar en Truman Capote, y en su obra maestra, A sangre fría. Quien más quien menos sabrá que ese libro, que relata el asesinato de una familia entera a manos de unos delincuentes de poca monta, se gestó a partir del hallazgo que Capote hizo de la noticia en un suelto de The New York Times. El suceso que me ha traído a la memoria la historia me ha parecido igual de espeluznante: En Girona, un hombre que paseaba por un bosque ha descubierto dos cadáveres colgados por el cuello de un árbol. Un varón de unos cuarenta años y una joven de unos treinta. Por el estado de descomposición y la ropa de verano que vestían, sugiere el periodista que llevaban bastante tiempo muertos. Las primeras hipótesis, se aventura a sostener el periodista, apuntan al suicidio.

He pensado: he aquí una historia que merece ser escrita. La de los muertos, sí, pero también la de ese hombre que se da de bruces con ellos.


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Al final, el examen de francés me ha ido muy mal.

1 comentario:

Yolanda dijo...

Seguro que algo sacarás de esto, o un relato, o un aprobado por los pelos!