No hay duda de que Martina es hija mía. Ayer me pidió que le pusiera Avatar. La estábamos viendo, y, en un momento dado, le digo:
—¿A que te gustaría vivir en Pandora? Trepar a esos árboles, saltar de rama en rama. ¿A que te gustaría?
Me mira con cierto desdén y me responde:
—¿Ahí tienen sofá y televisión? ¿A que no? Pues entonces cómo me va a gustar.
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