viernes, septiembre 16, 2011

Diario

Diario



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Mientras esperaba turno en Correos ha entrado una chica que lucía todo el cuerpo tatuado: pies, espalda, brazos, y uno en torno al cuello que le ascendía por la mejilla, como si la fuera a estrangular. Me he fijado cómo los empleados de Correos se la quedaban mirando y unos a otros se propinaban codazos para que a nadie le pasara inadvertido el espectáculo.

Lo de llevar tatuajes siempre me ha parecido una temeridad, por cuanto tiene de irreversible, sobre todo. Realizar un acto de esa índole, imperecedero, hasta arbitrario en cierta forma, me parece temerario porque no tiene en cuenta ni prevee los cambios y las transformaciones que el paso del tiempo opera en nosotros. Yo jamás incurriría en ese desatino, habida cuenta que lo que pienso hoy suelo contradecirlo con el discurso de mañana. Ya dije que tengo la pesonalidad de un Argamboy, y algo de cierto hay.

Mis tres hermanos llevaron tatuajes, claro que mis hermanos eran legionarios, de manera que los tatuajes eran de otra naturaleza: amor de madre, etcétera. No tan "cool" como lo son hoy día.


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Me he ido a hacer unas fotos de carnet al Fotoprix, las necesito para la universidad. He tomado asiento y mientras la chica manipulaba la máquina de fotografiar, me he fijado en un cartel enganchado a pocos centímetros de mi cara. Decía algo así: para las fotos de DNI y pasaporte es obligatorio que se vean las cejas. Curiosa y enrevesada forma de avisar que la cara ha de permanecer descubierta. Lo peor es que si han puesto el aviso es porque previamente a alguien se le habrá ocurrido hacerse fotos de DNI o pasaporte con la cara tapada. También es posible que las cejas constituyan un elemento fisonómico de primer orden del que yo no tenía constancia. Todo puede ser.



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Leo que el gobierno catalán pretende prohibir el burka y el niqab en la calle. Ya están tardando.


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Un tipo me ha pedido ayuda porque tenía problemas con la página de Facebook de, al parecer, un famoso Dj. Yo le he dicho que no lo conocía de nada, que era la primera vez que escuchaba su nombre. Él ha insistido con que era famoso en el mundo entero, y ha adoptado un dejo de superioridad ciertamente irritante, o a mí me lo ha parecido, pues de inmediato he pensado que sugería que yo era un carcamal al margen de cuanto sucede a mi alrededor. Lo primero que se me ha pasado por la cabeza es hacerle una glosa, allí mismo, de todas las cosas que yo conocía de las que él no había oído hablar, esa cosa tan frecuente en los hombre de ver quién la tiene más grande. Luego he pensado que quizá estaba en lo cierto, que en realidad lo poco o mucho que uno sabe no se calcula en función del conocimiento acumulado, sino en que ese conocimiento sea el mismo que acumula la mayoría, y si no existe esa coincidencia eres un marginado social.



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