domingo, febrero 19, 2012

Porno.

Este breve pasaje forma parte de un relato mío que estoy reescribiendo en estos momentos. Abstenerse de leerlo todos los lectores de este blog que puedan ejercer de curas, monjas o, en suma, beatos trasnochados.


"(...) Cogió el mando a distancia del televisor y lo conectó. Echó un vistazo a los diferentes canales con similar desinterés al mostrado por el periódico hasta que se topó con los de temática pornográfica. Se detuvo en el primero de ellos, en el que una mujer desnuda con un peinado aterrador acariciaba el lomo palpitante de un perro inmenso y dócil que manifestaba su contento mostrando la punta trémula de su miembro, rosa fosforescente entre la pelambrera hirsuta y oscura y los testículos meciéndose afanosamente. Ricardo Prada se apresuró a cambiar de canal con la urgencia de quien se cree observado. En el siguiente apareció el primer plano de una joven que untaba con lametones pausados un pene de escandaloso grosor, enhiesto y brillante y de arterias hinchadas y gruesas. La punta de la lengua se demoraba en los recovecos del glande, que de repente desaparecía engullido para surgir otra vez y, finalmente, ser tragado de nuevo por esa boca omnímoda cuyos labios se dilataban sin fin en torno a ese miembro inconcebible, en tanto la piel de las mejillas de la joven se estiraba y estiraba sin parar y la mandíbula parecía en trance de desencajarse en cualquier momento. Pese a estar solo Ricardo Prada no pudo evitar cierta incomodidad. Su dedo pulgar se posó y acarició el botón del mando a distancia dispuesto a cambiar de canal aunque en rigor sin decidirse a hacerlo, remiso y expectante, atento a las imágenes de la joven tragaldabas, que parecía haber concluido la portentosa exhibición oral y se disponía a iniciar la maniobra de ensartarse por sí sola en el inabarcable pene, cuyo afortunado propietario, advirtió Ricardo Prada, apenas si aparecía fugazmente, tendido bajo la mujer despatarrada y oculto entre blancas sábanas, sumergido en ellas como un jubiloso iceberg cuya parte visible dejaba de serlo, siquiera momentáneamente, ya que la incansable mujer lo hacía desaparecer entre sus piernas, descendiendo despernancada e introduciéndoselo poco a poco, con mucha demora, mientras abría los labios mayores de la vagina con el dedo corazón e índice de su mano derecha, y lanzaba resoplidos y jadeos y se mordía el labio inferior —de la boca— y luego se humedecía el superior con la punta de la lengua y se pellizcaba el pezón con el pulgar e índice de la mano izquierda, sin dejar de subir y bajar sobre la polla con una cadencia en aumento y muy avezada y resuelta."

4 comentarios:

Anónimo dijo...

...y ahora, querido, te has ido de tono.

Arcadio dijo...

¿Quieres decir?

La Meretriz dijo...

Solo se, que el sexo no es así como lo describes, la rigidez no da paso a un orgasmo,

Arcadio dijo...

Estoy de acuerdo, pero es que no estoy describiendo a una pareja haciendo el amor, ni siquiera practicando sexo, sino la escena de una película pornográfica contemplada en televisión por un tercero, es decir, dos actores que fingen practicar sexo, a mí me parece que en ese contexto ni hay orgasmo ni hay nada.