miércoles, febrero 01, 2012

Entrevista a un zombi

No me mire así que no muerdo.

La fama les precede.

Prejuicios.

¿Va a negar que les gusta comer carne humana?

Niego que lo hagamos por pura animadversión.

¿Por hambre?

Ni siquiera.

¿Entonces?

Es un acto de amor. Y de supervivencia. De amor y de supervivencia.

Explíquese.

De la misma manera que ustedes se aparean para tener su descendencia, nosotros mordemos para tener la nuestra. Si no mordiéramos, no existiríamos. Así de simple.

Mejorando los índices de natalidad.

Si no nos preocupamos nosotros de perpetuar nuestra especie quién lo hará.

Quizá deberíamos dejar que la naturaleza siguiera su curso.

Dígame una sola especie que no haya luchado para evitar su extinción.

¿A bote pronto? No caigo.

Ninguna, ya se lo digo yo. Sería de locos. Va en contra de las reglas más elementales de la supervivencia.

La supervivencia de su especie conlleva la desaparición de la mía.

He ahí la paradoja.

Paradoja que jode.

Me hago cargo. Algo habrá que hacer.

¿Y qué propone?

Buscar una solución. Lo mejor es hallar un término medio en el que la existencia de una especie no excluya la de la otra. Para empezar, estaría bien acabar con los malentendidos. Esos estereotipos del zombie zarrapastroso y maloliente que babea sangre mientras persigue a una víctima no ayudan a establecer lazos de concordia.

Pero eso es lo que hacen, ¿no?

Admito que a algunos nos pierden las formas, la vehemencia, el exceso, incluso la sobreactuación.

Son zombis Actor's Studio.

Algo escandalosos sí que somos, pero es que ustedes también son muy pejigueras. A la que nos ven ponen tierra de por medio. Huir despavoridos no ayuda a establecer una mínima relación de cordialidad.

¿Y qué quiere que hagamos? Acercarse con los testículos de un vecino alojados entre los dientes no inspira confianza.

Pero entienda que no hay forma de establecer un principio de diálogo si huyen cada vez que nos acercamos.

Pues acérquense de buenas. Sin aspavientos ni profiriendo ruidos guturales ni haciendo gárgaras con sangre ni arrastrando por los pies el cuerpo decapitado de una prima nuestra. Todo eso incomoda.

Eso es porque somos muy vehementes cuando ponemos de manifiesto nuestro amor. Es lo que ustedes no entienden. De hecho, me consta que toda esta barbarie tiene su principio en un malentendido absurdo.

Explíquese.

Conocí al primer.... cómo llamarlo...

Infectado.

No me gusta esa palabra.

Zombi.

Menos aún.

Muerto viviente.

Es sinónimo de la anterior.

Caminante.

Buf, qué pereza. Dejémoslo en compañero.

Pues compañero

Conocí al primer compañero, y me dijo que él no pretendía morder a nadie. Que vio a una persona y se acercó para darle un abrazo, porque llevaba mucho tiempo deambulando solo por la ciudad y echaba de menos el contacto cálido con otro ser humano.

Es un decir, claro.

No dejamos de ser humanos por estar muerto.

Es discutible, pero no vamos a entrar ahora en discusiones de ese cariz.

Total, que se acercó con la mejor intención del mundo, y el otro salió a correr como alma que lleva el diablo. Y al rato regresó, acompañado de tres o cuatro personas más, todos con muy malas ideas.

¿Y él qué hizo?

Qué va a hacer. Lo que hubiera hecho cualquiera: defenderse. Se puso a dar dentelladas, y en menos de lo que se tarda en explicar el argumento de una película de Santiago Segura estaban todos de su parte. No sé si me entiende.

Perfectamente. Y precisamente por eso es difícil establecer los lazos de cordialidad que usted dice. Siempre los veremos como una amenaza. Además, está el tema de la estética.

¿Qué quiere decir?

Hay que saber vender el producto. Necesitan alguien experto en marketing que les asesore en temas de vestuario y peluquería. No estaría de más la visita a un dermatólogo, y, sobre todo, ser más cuidadoso con la higiene personal. La halitosis, por dios, cuiden esa halitosis.

¿Cómo quiere que nos huela el aliento si comemos carne podrida?

Ahí está el tema. Deberían empezar a pensar en cambiar la dieta: verdura, fruta, pescado.

Para nosotros, esos son hábitos muy difíciles de incorporar. La cabra tira al monte.

Pues entonces no se quejen si evitamos relacionarnos con ustedes.


Soy consciente del problema. Hasta que hallemos una solución mejor, le planteo una hipótesis en la que hemos estado trabajando.

Dispare.

De común acuerdo, ustedes y nosotros, realizaríamos una demarcación territorial. Ustedes ocuparían una zona y nosotros otra. Sin intromisiones de ningún tipo. Y cada cual a lo suyo.

Pero ya le digo que es muy difícil de aceptar desde el momento que nosotros somos su cantera.

Es verdad, les necesitamos para subsistir, si se me permite el oxímoron. Pero eso tiene solución.

¿Cuál?

Ustedes nos ceden los presos condenados a muerte de todos los países en los que rige la pena capital, y nosotros los convertiríamos en ciudadanos nuestros.

Joder, pero eso es muy cruel...

Qué más les da, si de todas formas los van a ejecutar. Dos pájaros de un tiro: saciamos nuestro instinto natural, y ustedes se libran del contratiempo de andar ejecutando a presos.

... y muy retorcido.

La vida es cruel y retorcida.

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