sábado, diciembre 02, 2006

Crónicas de Nueva York. Quinto dia. World Trade Center

Resulta imposible hacerse idea exacta del pavoroso estupor que debieron experimentar los neoyorkinos el 11 de septiembre de 2001. Imaginar esta ciudad descomunal paralizada, esta metrópoli que de bien amanecido presenta un continuo bullicio de gente que va y viene en todas direcciones, pertrechados en una mano del móvil y en la otra del habitual café en vaso de cartón, imaginar, digo, esa corriente humana por lo común ajenos los unos de los otros, concentrando por primera vez su atención en un mismo suceso, y huyendo al unísono en todas direcciones, desconcertadas por culpa de un pavor desconocido hasta entonces, debió ser horrible.
En torno al inmenso boquete sobre el que se erigían las Torres Gemelas se alza una verja que lo rodea por completo y lo hace inaccesible a todo aquel que sea ajeno a la obra en la que actualmente trabajan, que según carteles que cuelgan por doquier, concluirá en 2010. Dudo que la obra arquitectónica que sustituya a las Torres Gemelas, por más espectacular que sea, consiga cicatrizar la herida. Seguirá abierta, lo saben, a perpetuidad.
Enganchados a la verja, una exposición de conmovedoras fotografías recogen, minuto a minuto, los sucesos asombrosos de aquel día. A pocos metros de la zona cero, no muy lejos del rugir constante que producen los grandes camiones que trabajan de manera incesante en el hondo agujero, el Tribute World Trade Center muestra videos y expone objetos rescatados ese día y los que siguieron de entre los escombros. Uniformes destrozados de bomberos, llaves, ticket expedidos segundos antes de que colisionaran las aviones, objetos personales de los fallecidos y hasta la ventana de uno de los aviones. En una pared larga y blanca, fotografías de todas y cada una de las víctimas que perecieron sepultados bajo los escombros, o al arrojarse al vacío o asfixiadas por el humo venenoso que de inmediato se propagó por los dos edificios. Una joven de apenas veinte años rompe a llorar a mi lado en el decurso de un video que muestra las tareas de rescate y el momento en que extrajeron de entre los restos polvorientos los últimos restos hallados, transportados solemnemente por un grupo de bomberos en una camilla que también se expone aquí, junto con la bandera estadounidense con que los cubrieron.
Hoy cae una lluvia persistente camino del puente de Brooklin. Aguardamos a que cese, siquiera levemente, y empezamos a cruzarlo a la caída de la tarde. En dirección a Brooklin todavía realizamos el trayecto con luz. A la vuelta, sin embargo, ya ha anochecido y tengo la inmensa fortuna de asistir a un espectáculo imagino que infrecuente (o eso creo yo, quizá todo cuanto se me antoja inédito es más producto de la perplejidad que me depara esta ciudad): azota un viento fortísimo y las nubes, por encima del perfil de los inmensos edificios, de repente empiezan a avanzar a gran velocidad, como uno de esos montajes cinematográficos en los que las nubes circulan con rapidez vertiginosa. He tomado más de cien fotografías en un corto espacio de tiempo, en algunas creo haber conseguido instantáneas de Pilar más hermosa de lo que nadie la habrá fotografiado nunca. De regreso, al ganar el extremo del puente del que habíamos salido, Pilar y yo hemos sido, por un momento, conscientes del privilegio que supone estar en esta ciudad inimitable.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

El recorrido del puente de Brooklyn se convirtió en uno de mis favoritos. En cada hora del día presenta una luz diferente y te ofrece diferentes visiones de Manhattan y Brooklyn. Si uno de estos días no podéis dormir por el maldito jet lag, debajo del puente, un poco hacia al sur está el mercado central del pescado, a donde llegan los barcos por la mañana y distribuyen para todo Nueva York. Hay una actividad frenética y gente de lo más variopinta, con la imponente silueta del puente detrás...realmente mágico.
Gracias a estas crónicas, David y yo estamos más impacientes si cabe por que llegue la primavera para volver a la gran manzana.

besos,

Manoli

Anónimo dijo...

Me levanto cada mañana y me doy un paseo por NY. antes de irme a trabajar, que lujooo. un beso


pd. ah yo también quiero una revista pero de decoración

Anónimo dijo...

Yo también he sentido ganas de llorar de emoción al leer esta entrada...pero me ha conmovido más vuestro paseo por el puente de Brooklyn, que bonito!!

Un beso grande

Berlin

Anónimo dijo...

Yo al igual que media de vuestra familia me he levantado paseando por NY. Es un momento mágico el día en el que dejamos a tras todo y nos dedicamos a pasear con vosotros.
Lo cual nos va a generar un gran trauma cuando volvais.
Besos,
Maribel
PD: a mi me traes ... no sé, lo que se te ocurra.

Anónimo dijo...

para ti Maribel ya lo tengo pensado una revista de bodas

Anónimo dijo...

Hola de nuevo pareja!!
No se si os habéis dado cuenta que tu blog a pasado de tener 1000 y pico de visitas a principio de semana, a tener 1343 actualmente...

A este paso vas a tener el blog más visitado del mes,...cosa que no es de extrañar, porque nos entra el "mono", y nos vemos obligados a entrar cada vez que podemos y leer como habéis pasado el día.

UN BESAZO Y HASTA PRONTO!!
SERGI