lunes, agosto 14, 2006

Traducciones


Leí en una entrevista que el escritor británico Martin Amis no leía jamás traducciones porque consieraba que en modo alguno, por más acrisoladas que fueran las virtudes del traductor, el texto representado podía estar siquiera próximo a revelar al lector las virtudes y la grandeza lingüística del escrito original. Con toda certeza la suya es una opción un tanto drástica y en todo caso expresada a posteriori, cuando con toda seguridad ha frecuentado ya las lecturas de los escritores de habla no inglesa que son de obligada lectura para todo aquel que desee ser escritor o cuando menos poseer un conocimiento exhaustivo de la literatura contemporánea. Es cierto, sin embargo, que las traducciones se debaten a menudo entre acercar el lenguaje del autor al lector, o adaptar el del lector al autor. En lo que a mí respecta es una controversia que, de tan obvia, no debiera existir ni mucho menos plantearse. Cuando decido leer una traducción de cualquiera de los muchos escritores que admiro desearía que fuera lo más fiel y próxima a la escritura original del autor, que se respetara por encima de todo el estilo reconocido, la marca diferencial y genuina del escritor, y no que se tratara de una mera trasladación de significados vertidos a mi lengua de cualquier manera para facilitar la comprensión de las palabras en sí mismas al margen de la sintaxis o la cadencia o la respiración o todo aquello que representa la particularidad del artista único, pues de ser así a un lector anglosajón, por ejemplo, le pasaría inadvertido (lo que sería del todo imperdonable), qué particularidades diferencian a la prosa de Borges de la de Gabriel García Márques o por qué reconocemos un texto de Javier Marías frente a uno de Antonio Muñoz Molina. A ese respecto coincido plenamente con la conocida y controvertida afirmación de que las mejores traducciones, salvo contadas e insignes excepciones, son las realizadas por escritores, como las de Sergio Pitol o Javier Marías, que con tanta fortuna han traducido obras de Conrad y Stern respectivamente.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ya sabae lo que opino. Creo que es uno de los artes más difíciles de conquistar. Aparte de ser un gran lector, un gran escritor, y conocer los dos lenguas a la perfección, uno tiene que haber andado al menos ¨una milla en los zapatos del otro¨(traduciendo literalmente del inglés).