viernes, agosto 19, 2011

Amsterdam 2

A mí hay cosas que me resulta difícil creer pero sobre las que guardo silencio para no pasar por tonto o iletrado. Por ejemplo, todavía no ha habido nadie que me explique de forma cabal, esto es, convincentemente, cómo es posible que la gente que habita el Polo Sur no camine cabeza abajo. Comprendo que la fuerza de la gravedad los pegue a la tierra, pero eso no explique que, una vez pegados, se desplacen como lo hacemos por el norte.


Una de las circunstancias sobre las que cada vez me resulta más difícil estar de acuerdo es sobre los beneficios de la dieta mediterránea. Sobre todo cuando viajo a otros países y me cruzo con ciudadanos autóctonos. Si la dieta mediterránea es tan buena y la de los países anglosajones o del norte tan deplorable , ¿cómo se entiende que hasta hace bien poco la estatura media del español fuera 1.20 cm y la del resto de Europa 2.30? Hay cosas que no encajan, vaya.

Ayer, no obstante, encontré una posible respuesta. Visitamos el Rijksmuseum, donde exponen algunas pinturas de uno de mis artistas favoritos, Rembrandt. Antes de entrar, en un parque frontero, Martina estuvo jugando, y allí tuve oportunidad de ver los toboganes que gastan los holandeses, y la razón por la que los niños crecen tan fuertes y robustos. Por lo menos los niños que consiguen sobrevivir a la atracción, que según me he informado a través de fuentes oficiales son cinco de cada diez. El resto perece al intentar trepar tronco arriba, se descoyuntan contra las maderas o se descalabran contra el suelo. Como dicen en las películas malas, lo que cuento es verídico, tuve oportunidad de ver restos de niño debajo de los troncos y alguna placa en memoria de los caídos.









Parece ser, ya digo, que para todo son un poco brutos. Comprobad si no cómo aparcan los bomberos cuando acuden a una urgencia. Esa forma tan poco sutil de estacionar arrojaría luz, sin embargo, a un misterio que me tiene asombrado desde que puse los pies en la ciudad, y que todavía no he conseguido desentrañar: la gran mayoría de bicicletas que circulan no tiene frenos, o por lo menos yo no se los he sabido ver. No sé cómo lo hacen para frenar, habida cuenta que no circulan precisamente con prudencia y moderación, antes al contrario. La única explicación que he sabido dar es que salten de la bicicleta en marcha, a la carrera, y la bicicleta siga sola hasta que se hunde en uno de los canales. Lo cual explicaría, a su vez, por qué cada años las autoridades rescatan de fondo de las aguas centenares de bicicletas.



En fin, no puedo escribir más. Pilar me urge a que salgamos a la calle de nuevo. Esta noche, si puedo, os daré más detalles.

2 comentarios:

Yolanda dijo...

Eres único! yo no se como mi cuñada se va de vacaciones contigo.

Maribel dijo...

Misterio los frenos???? lo que pasa es que son más listos y frenan con lo pies, pero no al modo Picapiedra sino girando ligeramente los pedales en sentido contrario de la marcha. Parece raro, pero va genial!! La próxima vez, si te atreves a convivir con los tranvías tienes que probarlo!

besitos,