miércoles, junio 01, 2011

Cajón de sastre

En Paseo de Gracia. A la altura del edificio de la Pedrera, con las aceras anchas tomadas por una muchedumbre de turistas entre los cuales son mayoría japoneses, sigilosos tras la cámara diminuta que se llevan a la cara sin solución de continuidad, una figura atrapa toda mi atención. Se trata de una joven que camina en dirección Plaza de Cataluña; camina, digo, aunque en realidad apenas avanza, o lo hace poco a poco, pasito a pasito, de forma que más que caminar se diría que deambula por el puro placer de hacerlo. El motivo es que está ensimismada leyendo una novela que la desvincula totalmente de la realidad. El ceño fruncido y la mirada concentrada en la lectura, mientras miles de personas a su alrededor dirigen su atención al exterior, al entorno arquitectónio, a la fauna humana que merodea por entre edificios, al estruendo amortiguado del tráfico horrible que no evita que ella se refugie en la lectura. Avanza sin desviar la mirada del texto, parece que posea una especie de radar que le avisa de los obstáculos que le salen al paso, pues los va sorteando sin interrumpir la lectura, si dejar de devorar oraciones, sin dejar a su paso los cadáveres de las palabras, que yacen muertas una vez han entregado su sentido, que dijo Daniel Pennac. Me vienen a la cabeza unas palabras de Antonio Muñoz Molina: La literatura es una madriguera para no ser visto.



La inmigración y las elecciones. No puedo quitarme de la cabeza una conversación con una compañera del trabajo, a raíz de los resultados electorales de las elecciones municipales. Hablamos de Plataforma por Cataluña y los inesperados resultados obtenidos, en Cataluña en general y en Mataró en particular. Yo le digo que no son tan inesperados, o que en todo caso lo son para los políticos, que son proclives a desvincularse de los problemas reales que sobrevienen a diario en las calles a un ciudadano corriente. Le digo que la inmigración era un cuestión que tarde o temprano había de dejar de ser esa suerte de sustancia invisible que nadie parecía ver y cosificarse abruptamente delante de nuestros ojos. Han sido los ciudadanos quienes han dicho a los políticos: si hacéis ver que el problema con la inmigración no existe, nosotros os haremos ver que no es así. He ahí Plataforma por Cataluña.
Me cuenta mi amiga que a diario entrevista a jóvenes musulmanas que se quejan de que no encuentran trabajo por culpa del pañuelo. Mi amiga le sugiere que se lo quite, que no se lo ponga durante la jornada laboral y que, si quiere, se toque de él a la salida, y la mayoría de las jóvenes le dicen que no pueden hacerlo, y añaden que si en el trabajo hay otros hombre, no pueden permitir que le vean el cabello. He aquí la cuestión. Si en un país democrático y avanzado socialmente una mujer no puede escoger libremente descubrir su cabello por temor a presiones de naturaleza religiosa por parte de terceros, o aunque no mediara la intervención de nadie y ella misma se censurara en virtud de una educación determinada, menospreciando el trabajo realizado durante años por mujeres que se obstinaron en conseguir las libertades de las que gozán hoy, es que esa mujer no merece vivir en ese país.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

solo para decirte que he leido tu comentario sobre los enamoramientos de San J. Marias y me ha reconfortado mucho que a ti tampoco te haya gustado. Hala!! es un plasta y se repite mas que la morcilla, que, si,que si, que escribe muy bien, bueno, mejor escribe ricardo menendez salmon, por ejemplo.
un beso de la cuevawife

Arcadio dijo...

Pues celebro que estés de acuerdo conmigo. El Marías novelista va camino de convertirse en el Marías columnista: un quijeca tiquismiquis que utiliza las páginas del País Dominical para poner de manifiesto sus manías.

Un saludo

morethanchic.com dijo...

Sííííííííííí!!! A lo del pañuelo y a lo de Marías ;)

Rosa Ballerina dijo...

Hoy estoy de acuerdo a medias, jeje. En lo que respecta a los enamoramientos, no coincido, reconozco que no es la obra que más me ha gustado de las que ha publicado hasta el momento, pero, no por ello, me desagradó.
Eso sí, yo me quedo con corazón tan blanco, la primera de sus obras que leí, y la responsable de que haya seguido toda la trayectoria de su autor.

Pañuelo, sin comentarios, me parece una falta de respeto hacia la sociedad que les acoge y hacia el trabajo de las mujeres, voluntad de integración 0.
Los resultados electorales, más que previsibles.
Realmente los elevadísimos porcentajes de inmigración en algunos municipios están causando serios problemas y la respuesta de parte de la población es esta,
Y que conste que no tengo nada en contra de los extranjeros, mi familia está repleta de ascendencia austríaca y alemana y mi pareja es del otro lado del charco (USA).

Arcadio dijo...

Me alegra que no estés de acuerdo, lo bueno es disentir, a partir de las diferencias se enriquece el diálogo. Vayamos por partes:
javier Marías: tengo todos sus libros. Y cuando digo todos, son todos. Los he leído, y releído hasta la saciedad, porque ha sido un escritor al que he idolatrado. Así de claro. Corazon tan blanco, extraordinaria, Todas las almas, genial, Tu rostro mañana, los tres tomos los he leído dos veces. Me apasiona. Uno de mis libros de cabecera sobre la creación literaria es de Marías, Literatura y fantasma, al que le debo mucho, y además, como objeto, es una de las ediciones más bonitas que tengo. Los enamoramientos me parece una obra difícil de creer, en ningún momento me he creído nada de lo que narra esa primera persona. Marías, además, no se molesta en crear diferentes voces, todos los personajes hablan igual, porque hablan como habla Marías. No sé si eres seguidora de sus columnas. Yo he dejado de serlo, pero te aseguro que repite los tic de sus columnas en las novelas, o sobre todo en esta última.
Respecto a lo de la inmigración, estamos de acuerdo en todo. Sólo te censuro una cosa (amistosamente y con todo el cariño del mundo, por supuesto) que al final de tu comentario te hayas justificado. Ese es un error común que hemos cometido todos, yo mismo iba a empezar la entrada escribiendo una especie de disculpa diciendo que no tengo nada contra la inmigración. Al final no lo he hecho porque estoy harto de que uno, cada vez que habla de inmigración, deba escribir antes la coletilla de "Y yo no tengo nada en contra de los inmigrantes", como si fuera un tema sobre el que no se puede hablar, y quien habla es racista. En modo alguno. Yo sé cómo soy, sé quien soy y lo que pienso sobre la inmigración, y estoy en mi derecho de cuestionar según que cosas de ella.