miércoles, mayo 11, 2011

Conversaciones con mi hija de tres años Martina, XVII

Martina anda estos días tratando de resolver su futuro profesional. Entre el abanico de profesiones posibles había expresado sus preferencias por la de princesa y la de maestra. He tratado de quitarle de la cabeza la opción princesa. Los argumentos de los que he echado mano son de índole intelectual. Le he dicho que una princesa es una figura meramente ornamental y subsidiaria condenada de por vida a vivir eclipsada por la figura de un príncipe mediocre. He decidido no compartir con ella uno de los temores recurrentes que aqueja a todo padre cuando se pronuncia la palabra princesa e hija en la misma frase: una concursante de reality show con ínfulas aristocráticas cuya capacidad intelectual es inversamente proporcional al tamaño de sus pechos.
Sin embargo, esta mañana me he enterado de que había contemplado una tercera posibilidad: la de astronauta. No me ha parecido mal. Todo lo contrario. Y cuando he tratado de exponer argumentos en favor de ella, Martina me ha interrumpido sosteniendo que no pensaba, ni de lejos, ser astronauta.
-¿Y por qué no quieres ser astronauta? -le he preguntado.
-Papa, ¿tú sabias que cuando los astronautas van al planeta se pasan el día dando vueltas en él?
-Si.
-Pues yo no quiero ser astronauta porque me acabaré mareando.