jueves, agosto 05, 2010

Londres V


Ayer pasamos todo el día en el barrio de Chelsea. Para quien lo desconozca uno de las más caros y exclusivos de Londres, y, por tanto, el que alberga mayor número del famoseo británico. O por lo menos eso era lo que yo tenía entendido antes de visitarlo. Y algo de cierto debe haber, pues al poco de apearnos del autobús nos ha salido al paso Michael Caine, que ha decidido entrar en la misma tienda o boutique de decoración en la que estábamos chafardeando Pilar y yo. Claro que para nosotros los precios eran inaccesibles, y seguramente él no tendría problemas en adquirir alguna que otra cosita para una de sus dos o tres mansiones. La verdad, en algunos aspectos no me cambiaría por él ni por ningún otro de posición adquisitiva similar. Debe de ser un engorro tener que pensar qué figurita colocar en la cómoda de la casa de la playa, y qué jarrón en la choza de los Alpes suizos. El lujo y la riqueza a según que niveles es más una contrariedad que una ventaja. Yo creo que el mejor estado es ser razonablemente rico. Sin más.
En Chelsea Pilar y yo nos hemos percatado una vez más de que irremediablemente tenemos cierta inclinación al lujo y el glamour. Cualquier otra cosa que sea frecuentar hoteles de menos de cuatro estrellas nos incomoda en extremo, y nos pone en el apuro de compartir espacio gente de mal vivir. No tengo nada en contra de los que prefieren comer a las puertas de su tienda de campaña canadiense, asestando dentelladas a una rodaja de pan con tomate en la que se posa un ejercito de moscas desempleadas, pero si tuviera que elegir entre veranear en un camping de Benidorm y una estancia en King Road's me parece que no tardaría en decidirme. He hecho una pausa en la escritura para preguntarle a Pilar si ella también se decantaría por King Road's en lugar de Benidorm, y después de ponerse sus gafas recién compradas encima del pelo ha hecho un gesto como para retirarse de la cara el largo flequillo que cae sobre los ojos cuando circulas en descapotable. No cabe duda: ella también prefiere Chelsea. Benidorm tendrá que esperar.
Para trasladarnos desde el Brithish Museum a Chelsea hemos tomado el autobús 19, que efectúa un trayecto que, la verdad, entretiene y distrae, pues el recorrido incluye las zonas más populares y conocidas: Picadilly Circus, Soho, etc. Pases a la hora que pases están tomadas por una horda de turistas que vociferan como una manada en estampida. Pero enseguida dejas atrás tanta ordinariez y pronto enfilas dirección Chelsea, y yo, cuando he reparado en que nos acercábamos le he sugerido a Pilar si no sería mejor apearnos alguna parada antes, por aquello de que si los vecinos de Chelsea nos veían descender de un autobús nos mirarían mal y pensarían que era una vulgaridad todo lo que fuera hacer acto de presencia en el barrio en vehículos por debajo del BMW. Pilar me ha dicho que no ha lugar, pues King Road's, en realidad, está tomada igualmente por hordas de turistas que, si acaso, guardan más las formas que en el centro de Londres, porque el barrio invita a ello, de lo que se deduce que, tal vez, los turistas son en todos lados los mismos y su proceder varía en función del entorno.
La visita a Chelsea ha sido de lo mejor. Hemos acabado en un parque diminuto llamado Chelsea Physic Garden, donde Martina no ha tardado en hacer amigos de tez sonrosada y cabello muy rubio que, sin embargo, chapurreaban algo de castellano. En menos de un parpadeo se ha apropiado de la pelota con la que jugaban y ha tirado millas con ella bajo el brazo, trotando por un césped verde y muy húmedo al que los empleados, muy esmerados y con diligencia, dedicaban toda clase de cuidados.
De regreso a Oxford Street, al pasar por un par o tres de parques, me he fijado en que la mayoría de personas que practicaban footing (ingleses sin el menor género de dudas) lo hacían pertrechados de una mochila, lo cual, obviamente, incrementa la dificultad de la marcha. Qué gente más esforzada, he pensado yo. A lo que Pilar ha respondido que quizá lo que lleven en la mochila es la muda del trabajo, y no bien acaban de correr se la vuelven a poner de sin previo paso por la ducha, pues parece ser que alguna fama de desaseados los persigue. Yo, a propósito, he recordado una anécdota que narra Enric Gonzalez en su libro Historias de Londres, según la cual después de disputar un partido de tenis con dos colegas periodistas de nacionalidad británica, los tipos se vestían y se iban a trabajar sin ducharse. En fin, cuando el río suena...

7 comentarios:

manuela garcía sánchez dijo...

Os habéis vuelto unos BorjaMaris de cuidao. Y sí, Chelsea es uno de los barrios más bonitos del mundo. David y yo hemos pasado innumerables atardeceres paseado por ahí, hemos sido asiduos a su cine durante 10 años, sin contar que fue nuestro primer lugar de trabajo, lugar donde se gestó la idea de milola!

Yolanda dijo...

Pijos que sois unos pijos, aunque estoy con vosotros que es precioso!

Anónimo dijo...

Manoli aún peor me lo pones de Chelsea a Cirera?

Pilar (nacida para no ser pobre)

Anónimo dijo...

si, pero en Chelsea no había Martina!

jose dijo...

Hay que hacer de Cirera el Chelsea de Mataro. Por cierto visitasteis la libreria donde se rodo Notthing Hill?

Arcadio dijo...

Sí, ahora es una zapatería. Yo creo que Manoli y Yolanda ya están haciendo lo posible por traer Chelsea a Mataro: se llama MILOLA

Anónimo dijo...

Sí señor!!
Manoli