sábado, octubre 25, 2008

Los García Sánchez, unos adelantados a su tiempo




De repente he tenido una revelación cuya sospecha siempre me ha acompañado: mi familia se anticipó a su tiempo, éramos pioneros que nos aventuramos a experimentar lo que otros estaban lejos siquiera de imaginar. La confirmación me ha llegado hoy al leer una noticia publicada en prensa. Según parece la crisis económica ha abocado a matrimonios con elevadas hipotecas a recurrir a Cáritas en procura de ayuda. Puesto que hasta ahora, por razones obvias, quienes mayoritariamente acudían en busca de asistencia era la población inmigrante, se deduce que la novedad en la noticia radica en que quienes ahora se han visto en la tesitura de adoptar semejante decisión es la ciudadanía autóctona, los españoles de bien, constreñidos por la crisis galopante que no ha hecho sino comenzar. Ja. Dejadme que os diga algo: hace más de veinte años, cuando el desembarco migratorio daba comienzo y los españoles iniciábamos el largo período de prosperidad que según parece acaba de concluir, mi padre, anticipándose a lo que había de suceder hoy, decidió llevar a la familia a la ruina con el único objetivo de que estuviéramos debidamente preparados para afrontar la situación que se ha acabado desatando. En consecuencia, mis hermanas y yo ya acudíamos entonces a la noble institución de Cáritas en busca de auxilio en forma de ollas tremendas llenas de cocido que trasladábamos hasta casa en el interior de una bolsa, cuyas asas agarrábamos como el naúfrago a la deriva se aferra al único mástil que lo mantiene a flote. Y a raíz de esa súbita evocación, me ha dado por pensar en qué otros asuntos hoy día muy en boga mi familia pudiera haberse adelantado algún lustro, y mira por donde he concluido que, de alguna manera, en el arte del reciclaje también nos anticipamos varios años. Dos décadas atrás, allá por los años ochenta, cuando el término reciclar carecía de función y deambulaba extraviado en las páginas del diccionario de la RAE, a la espera de que algún lexicógrafo resabiado le buscara utilidad, nosotros, los García Sánchez de toda la vida, practicábamos el reciclaje y además lo hacíamos en sentido inverso. Es decir, cualquier producto alimenticio caducado que había sido arrojado a un vertedero, en particular los yogures, era rescatado por mi bendito padre y depositado con alborozo sobre la mesa de casa para que saciáramos nuestro voraz apetito de menesterosos de clase media venida a menos.

¿Y qué me decís de esos individuos bienintencionados que se pasean sudorosos de un lado a otro de las playas del litoral español, pertrechados al hombro de una nevera o una bolsa repleta de avituallamiento que venden a cambio de una módica cantidad al turista panzudo que se reseca al sol? Ja. Hace dos décadas mi padre ya realizaba su particular ruta playera, sólo que en lugar de bebidas y piscolabis varios decidió invertir el poco dinero que nos quedaba (el que debiera haber empleado en la adquisición de yogures en buen estado) adquirió, digo, un saco lleno de gafas de sol de diferentes modelos y estilos (todos ellos de dudoso gusto e ínfima calidad) que algún gitano astuto y tahúr le había vendido en los Encantes de Barcelona, lugar, como sabéis, de contrastado prestigio y larga tradición en el trueque barriobajero que destaca por sus elegantes instalaciones, cuyos mostradores son mantas arrojadas al suelo, sobre las cuales uno puede encontrar desde una muñeca Nancy en cuero picado, como la empresa Famosa la trajo al mundo, estrábica y con la larga cabellera rubia enredada por un chicle Bang-Bang, a una camiseta roída en cuya pechera (des) luce el estampado desvaído del célebre Naranjito de los Mundiales de España 82.

Pero si semejantes ejemplos no fueran suficientes tengo la completa seguridad de que la moda tan practicada en los últimos tiempos de calcinar coches a diestro y siniestro, como de tanto en tanto lleva a cabo algún baboso descerebrado y asimismo practicaron con profusión hace un par de años en Francia, tengo la seguridad, digo, que quienes tuvieron a bien iniciar semejante moda sin duda tomaron prestada la idea de uno de mis hermanos, que hace más de veinte años ya prendió fuego a un SEAT Seiscientos en una curva de una carretera del Empordá catalán, camino de Gerona, donde lo abandonó a su suerte hasta que las llamas calcinaron la histórica carrocería de tan emblemático símbolo del automovilismo patrio. Pero no todo acaba ahí, ¿quién diríais que inspiró a mi hermano en la práctica de hábitos tan desaconsejables? Pues nada menos que mi padre, el (des) cabeza de familia, que muchísimo tiempo antes, cuando residíamos en Extremadura, prendió fuego accidental (o no) a su flamante motocicleta marca Puch, mientras le sacaba brillo a las puertas de casa con un trapo untado en gasolina y un pitillo colgando temerariamente en la comisura de sus labios, lo que sin lugar a dudas explica que se produjera la deflagración y posterior hoguera, que, dicho sea de paso, hizo las delicias de los niños del lugar.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Uffff que viaje al pasado!!!
aunque visto lo visto no éramos tan raros...


yolanda.

Anónimo dijo...

y te juro que yo no he probado albóndigas a la jardinera como las que nos daban en cáritas...

manoli

Anónimo dijo...

Que bueno Arcadio... Sophie me esta esperando y no he podido levantarme hasta acabarlo... Que risa y que bueno, buenísimo. Lástima no lo lea más gente. Que bueno. A ver si me paso por el telecentre... paso cada día por delante pero no me decido...

Alex.

Arcadio dijo...

¿Alex, tu comentario tiene truco? No me puedo creer que tú, azote inmisericorde de blogs, manifieste tan abiertamente su admiración. ¿Dónde está la trampa?
Bueno, pues no sé por qué no te decides a entrar al telecentre, capullo. Hazme una visita de una vez. Sabes que necesito departir contigo cada cierto tiempo en benificio de nuestras respectiva salud mental.
Te espero, my friend.

Anónimo dijo...

Ok, esta semana que viene fijo, my friend! Y escribe más veces así, en clave de humor. Y deja lo trascendental para los trascendentales.

Tienes que hacerte un Facebook!!!

Alex.

Anónimo dijo...

En calve de humor, pero tan real como a vida misma...