viernes, marzo 22, 2013

Deconstrucción


Lo tengo que decir: cuando le leo a Martina El gato con botas me río por dentro. No me lo creo. Cuando el ogro se transforma en ratón y el gato se lo zampa, cualquiera con dos dedos de frente sabe que ese ogro, si es un ogro como dios manda, se volvería a transformar en gigante aprovechando que está alojado en la panza, y ese gato se va a tomar por el culo en menos de un periquete, estallaría en mil pedazos, hecho jirones y con sus vísceras sanguinolentas colgando por todos lados como viejas cortinas rasgadas. Vamos, no quedarían ni los bigotes. Y ni siete vidas ni hostias.

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