lunes, octubre 01, 2007

Superchería



Causa estupor que algunas personas decidan usurpar una identidad falsa para incorporar a su vida elementos o hechos vividos por otras personas, o apropiarse y detentar sucesos que les acontecieron a terceros para así dotar a su vida de cuanto ellos piensan que carece, de todo aquello que está ausente en el discurrir cotidiano de sus vidas, que imagino consideran anodinas o mezquinas o sencillamente les parece que languidece de forma inexorable, si no a cuenta de qué enredarse en esa madeja de imprevisibles consecuencias. Causa sorpresa que tengan valor para sostener públicamente una mentira que más pronto que tarde será desenmascarada, y sin embargo no reunan coraje suficiente para hacer algo por cambiarlas sin echar mano de embustes, para transformar sus vidas tal y como les gustaría que fuera y convertirlas o aderezarlas con pormenores o vivencias similares a las que han arrebatado a otros. Cuesta creer que empleen tanta energía y tiempo y a menudo ingenio en levantar el andamiaje de una infamia semejante y que asimismo estén dispuesto a pasar el bochorno público que implica ser descubierto, y sin embargo no se paren un momento a pensar en qué forma que no sea mintiendo podrían sus tristes vidas dejar de serlo. Quizá sea por que son unos mentirosos compulsivos, o por pura cobardía, porque ser partícipe de esas vicisitudes conlleva acaso un riesgo que no están dispuestos a asumir o les gustaría correr pero el miedo les impide hacerlo.
Ahí está esa mujer, Tania Head (a la postre Alicia Esteve Head, todo apunta a que también el nombre ha resultado ser falso), que ha presidido la Red de Supervivientes del World Trade Center, que se había encargado de difundir en conferencias, universidades y medios de comunicación de toda índole cómo había logrado salvar la vida el 11-S, alcanzando la calle tras bajar desde el piso 78 en el que se hallaba cuando impactó uno de los aviones. Pero lejos de conformarse con esa mentira que podía haber pasado inadvertida, habida cuenta el caos que se apoderó de ese día, adornó además su relato con añadidos susceptibles de conmover y con el objeto final de alcanzar una notoriedad a todas luces efímera. Según todos los indicios pocos episodios de la biografía que había dado a conocer esa señorita se ajustan ahora a la verdad, como haber estudiado en Harvard y Stanford, donde según parece nadie ha oído hablar de ella ni recuerdan que asistiera a sus aulas.
En 2005 salió a la luz que Enric Marco, hasta entonces presidente de los españoles presos en el campo de exterminio de Mauthausen, había sostenido durante 30 años un testimonio inventado de su paso por el infierno nazi, una superchería que había dado a conocer en institutos y universidades para alentar a los jóvenes del peligro de los fanatismos y, sobre todo, para mantener viva la memoria de unos sucesos en los que en realidad no tuvo nada que ver.
Qué desconcertante resultan todos esos embustes reiterados, todo ese afán de notoriedad, todo ese empeño en ser objeto de reconocimiento y que acertadas aquellas palabras que un día pronunciara Bernard Shaw: Ser maltratado no es un mérito.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Arcadio

Tienes mucha razón, cuesta creer que haya gente asi.
Me parece que conozco al capellán lascivo que esta haciendo una foto con tu mujer, no olvidaré esa cara, me parece que era cuando me bautizaron y él me tiro un cubo de agua hirviendo en la cabeza, y a raiz de eso poco pelo me ha crecido.
Ya habia leido el relato, me ha gustado hoy más que la primera vez, debe ser como el vino, cuanto más viejo más bueno jajaja, Un abrazo
Alfonso

Anónimo dijo...

Quizás en un mundo donde la identidad propia sólo parece tener valía cuando es reconocida por los demás, cuanto más públicamente mejor, hay mentes o corazones malheridos que viven el anonimato como una especie de maltrato personal. Los humanos somos animales complejos, por ser conscientes de nosotros mismos, que no es moco de pavo...
Lo que no entiendo es que nos cueste creer que haya gente así, cuando el mundo nos muestra diariamente de qué cosas somos capaces como especie, y cuan malheridos estamos la mayoría de los que poblamos el planeta.