—¿Dónde vas con esa montaña de libros?
—Los devuelvo a la biblioteca.
—Qué barbaridad ¿Cuántos llevas? Por lo menos veinte, ¿no?
—Veintisiete.
—¿De dónde sacas el tiempo para leer tantos libros?
—Solo he leído uno.
—¿Solo uno?
—Sí.
—¿Uno de veintisiete?
—Sí.
—¿Y el resto?
—El resto no me interesa.
—¿Y para qué los coges?
—Para despistar.
—¿Para despistar a quién?
—A Ellos.
—¿A quiénes?
—Ya sabes: A Ellos,
—¿A qué Ellos?
—Los poderes fácticos.
—¿Perdona?
—¿Tu has visto Seven?
—¿La película?
—No, el refresco. Pues claro, la película.
—Sí.
—Pues si la has visto sabes a qué me refiero.
—No tengo ni idea.
—Los servicios de inteligencia nos vigilan.
—Anda ya.
—Lo que yo te diga.
—¿A quién vigilan? ¿A ti?
—A todos.
—¿Para qué?
—Para saber qué libros cogemos de la biblioteca.
—Estás chiflado.
—En serio.
—¿Y qué interés pueden tener los libros que cogemos de la biblioteca?
—Los usan para conocer nuestras preferencias a partir de los hábitos de lectura.
—Venga ya.
—Que sí.
—¿Y luego?
—¿Luego? ¿De verdad que has visto Seven.
—Que sí.
—¿Entera?
—De principio a fin.
—Chico, pues no lo entiendo. Lo que pasa luego es que saben de ti más que tú mismo.
—Imposible.
—Tienen una perspectiva de tus preferencias que tú no podrás tener jamás.
—¿Y eso por qué?
—Tú tienes la impresión de que los libros que coges son producto del gusto del momento, un poco arbitrarios.
—Claro.
—Pero tus preferencias nunca son arbitrarias.
—¿No?
—Qué va. Responden a tu predisposición por una temática recurrente que se va repitiendo en cada libro que coges.
—No sé si creerte.
—Tú no te das cuenta porque es una elección inconsciente de la que además no tienes una visión en perspectiva
—¿Por qué no?
—Porque se produce a lo largo de muchos meses de acudir a la biblioteca.
—¿Y ellos sí?
—Ellos solo necesitan ver la lista total de libros para detectar el leitmotiv.
—Sigue.
—Por ejemplo, si consultas libros en los que explican cómo fabricar veneno, y un día resulta que un serial killer está envenenado a sus víctimas, entras fijo en la lista de sospechosos.
—¿Y por eso coges tantos libros?
—Para tocarles los cojones. Que se rebanen los sesos tratando de averiguar cuál de los veintisiete libros es el que me gusta.
—¿Me dejas adivinarlo?
—Prueba si quieres.
—A ver, déjame que le eche un vistazo a los títulos: «Hamlet»...
—Sí.
—...«La montaña mágica»...
—Sí.
—...«Guerra y paz»...
—Ajá.
—... «La metamorfosis»...
—Sí.
—...«Los hermanos Karamazov»...
—...
—... «El ruido y la furia»...
—Sí.
—... «El rey Lear»...
—Sí.
—... «Ulises»...
—...
—... «Don Quijote de la Mancha»...,
—Sí.
—...«Manual práctico para aprender cómo introducir sin vaselina tres cartuchos de dinamita en el recto de un político corrupto y detonarlos sin que el resto de la anatomía se vea afectada»... Creo que ya sé cuál es.
—¿En serio? A ver, listillo, ¿cómo lo has sabido?
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