—¿Qué le pides al 2015?
—Nada.
—¿Nada?
—Nada de nada.
—No seas rancio. Pídele algo.
—Pero ¿qué quieres que le pida?
—Lo que se te ocurra. Un deseo.
—Un deseo. Pues no sé...
—Piensa.
—Mira, ya tengo uno: que al perro que se caga todos los días en la puerta de casa le cosan el ojete y la mierda le salga por las orejas, y por los ojos, y por el hocico, y por la boca hasta que se muera asfixiado por su propio vómito de mierda.
—No seas bruto hombre. Pide otra cosa. Además, la culpa la tiene el dueño, no el perro.
—Pues que al dueño le cosan el ojete, y la mierda le salga por las orejas y por los ojos...
—Noooo. Pide otra cosa. No malgastes un deseo en eso. Pide algo de mayor trascendencia.
—¿De mayor trascendencia?
—Sí. Algo que afecte a tu familia, a tus amigos. Algo que ayude a mejorar sus vidas.
—Qué cierren el Divercastillo, que es la cosa más pelagra del mundo, así mi familia y mis amigos se librarán de ir otro año a ese infierno.
—Joder, pero ¿no puedes pedir cosas normales como las que pide todo el mundo?
—¿Como cuáles?
—Salud, dinero, amor, trabajo. Ya sabes, esa clase de cosas.
—Ah, ésas. Vale, pido todo eso.
—¿Ves que fácil?
—Pero si por lo que sea no se cumple, quiero que al dueño del perro que se caga todos los días en la puerta de mi casa le cosan el ojete y la mierda le salga por las orejas, y por los ojos y por la nariz, y por la boca hasta que muera asfixiado por su propio vómito de mierda.
—Ay.. no tienes remedio. ¿Algo más?
—Sí. Si no es mucho pedir a ver si puede coincidir que el dueño del perro sea también el dueño del Divercastillo.
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