martes, julio 01, 2014

Convincente y original

—¿Me quieres?
—Mucho.
—¿Cuánto?
—Te lo acabo de decir: mucho.
—Mucho es una abstracción.
—¿Una abstracción?
— Mucho no me ofrece información exacta de cuánto me quieres.
—Pues no se me ocurre otra forma de decírtelo.
—Porque no me quieres lo suficiente.
—Ya estamos.
—Es verdad.
—En absoluto.
—Demuéstramelo.
—¿Ahora quieres que te lo demuestre?
—Ahora y antes.
—No, antes me has formulado una pregunta.
—Que tú has respondido.
—Exacto.
—De forma insatisfactoria.
—¿Quererte mucho no te satisface?
—Mucho es solo una palabra.
—Que describe una realidad.
—A veces sí, y a veces no.
—¿Cuándo no?
—Cuando se usa como palabra comodín.
—¿Como palabra comodín?
—Sí, esas palabras que se vacían de contenido por exceso de uso.
—No te entiendo.
—Las que sirven para un roto y para un descosido.
—Sigo sin saber qué quieres decir.
—Como cuando un mal escritor emplea el mismo verbo para describir acciones distintas. Ya sabes a qué me refiero.
—No, no lo sé.
—Hacer un libro, en lugar de escribirlo, hacer un viaje en lugar de emprenderlo, hacer un cuadro en lugar de pintarlo.
—Ah, eso.
—Eso.
—Y según tú, ¿qué tendría que haber respondido cuando me has preguntado si te quería?
—Tendrías que haber sido más convincente.
—¿Más convincente?
—Más convincente, y más original.
—Convincente y original.
—«Mucho» es lo que hubiera respondido cualquiera. Y yo no quiero que tú seas cualquiera.
—No lo soy.
—Pues demuéstramelo.
—Lo hago a diario.
—No siempre con la misma intensidad.
—Sería extenuante.
—Merece la pena.
—Lo sé.
—Pues inténtalo.
—Veamos...
—Tú puedes. Sé que puedes.
—Pero no te aseguro que sea de cosecha propia.
—¿Qué quieres decir?
—Que recurriré a escritores y poetas.
—No importa.
—Por ejemplo: «Yo solo viví durante el tiempo en que te quise y me quisiste, el resto es supervivencia».
—¡Oh! ¿Ves? ¡Te quiero tanto cuando te esfuerzas!
—¿Sí? ¿Cuánto?
—Mucho.

No hay comentarios: