domingo, octubre 07, 2012

Diario

En una entrada de sus Diarios, Iñaki Uriarte reflexiona sobre El Quijote y sobre la estupidez de realizar una lectura excesivamente trascendente para una obra que, en su opinión, fue concebida como un puro divertimento, como una historia de humor disparatada. Más adelante expresa una opinión parecida respecto a Shakespeare. Lo que viene a decir, en suma, es que la sesuda crítica académica se ha empeñado -se empeña- en sobredimensionar las obras literarias, procurándoles múltiples lecturas, todas ellas mucho más complejas y peregrinas que la que en realidad pensó el propio autor. Estoy de acuerdo. Y en cierta forma es lógico que obren así. Todos los trabajos críticos que va acumulando una obra son una forma de asegurar su permanencia, su intemporalidad, y si la obra persiste en el tiempo y se hace imperecedera también lo hará la profesión de crítico. Y así debe de ser. No cabe duda de que la critica literaria es necesaria, siempre y cuando se dediquen a enseñar a leer en lugar de realizar ejercicios de estilo mucho más crípticos que la obra que reseñan.


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De vez en cuando todavía me asalta un pálpito de mala conciencia por no haber llorado en presencia del cadáver de mi padre.


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Se aplaude la mayoría silenciosa en detrimento de quienes se manifiestan, es decir, la ruidosa, la que reclama sus derechos con estridencias innecesarias. Podían haber dicho lo mismo cuando estaban en la oposición y promovieron todo tipo de movilizaciones contra el Gobierno de Zapatero, todas ellas, en mi opinión, moralmente mucho menos legítimas que las que hoy llenan las calles.







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