viernes, septiembre 24, 2010

Extrañamiento


Tremenda empresa en la que nos embarcamos en la clase de ayer. Nada más y nada menos definir qué es la literatura. La profesora formuló la pregunta esperando que los asistentes respondiéramos todos al unísono, pero nadie abrió la boca, antes al contrario, miramos para otro lado y sólo nos faltó silvar y hablar de la meteorología. Y es que esa está siendo la tónica habitual estos primeros días de clase: no hay ni dios que intervenga y genere debate y aporte su opinión, por más empeño que ponga en ello la profesora, que nos invita a hacerlo continuamente. Supongo que eso cambiará a medida que pasen los días, cuando perdamos todo cuidado y algo de la vergüenza de la que ahora adolecemos. Entonces acabaremos la mitad de la clase liando canutos en la cafetería de la facultad mientras la profesora nos busca por los pasillos.
Como nadie se aventuró a desentrañar el misterio de qué es la literatura, fue ella, la profe, la que se dedicó a leer de un folio algunas definiciones recogidas en diferentes diccionarios, entre ellos la Enciclopèdia Catalana, el de la RAE y el Maria Moliner. Y todas, más o menos, venían a decir lo mismo: La literatura es un arte que emplea como medio de expresión una lengua.
Y claro, aquí me sentí tentado a romper la disciplina de voto y expresar mi desacuerdo, o mi acuerdo matizado, pues esa definición podría llamar a engaño y a partir de ella cabría la posibilidad que se sostuviera que cualquier texto en el que se emplea el lenguaje es literatura. Nada más lejos de la verdad. Para que un texto sea literario se debe emplear de tal modo que se logre el efecto de extrañamiento del que hablaban los formalistas rusos. ¿Y qué es el efecto de extrañamiento? Pues sencillamente utilizar el lenguaje con tal destreza que por más que describa acciones cotidianas parezcan nuevas, descritas por primera vez, aunque centenares de años de tradición literaria nos contemplen y por más veces que otros escritores la haya descrito antes. Borges lo dijo: Una palabra, aunque esté cargada de siglos, inicia una página en blanco y compromete el porvenir.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Aqui la pregunta es: ¿la profe está buena? ¿es mayor que tú? ¿hay algún alumno mayor que tú? ¿como está la cafetería de la facultad?. Me alegra ver que vuelves por tu blog, nos tenias un poco abandonados... y para suplir tu ausencia, nos hemos refugiado en los brazos de Artemisa(que gran mujer)

Arcadio dijo...

La profesora no es mayor que yo, pero vaya, eso comienza a ser habitual: empiezo a tener la sensación de que nadie es mayor que yo, y eso es descorazonador.
En realidad sí hay algún alumno mayor que yo, algún jubilado que, sabiamente, ha decidido sustituir la visita a las obra que lleva a cabo todo jubilado (claro que igual es porque no hay obras que visitar) por una la universidad.
La cafetería todavía no la he visitado, espero hacerlo en segundo cuatrimestre, porque tendré una hora y media libre entre clase y clase. De todos modos me asusta hacerlo, dicen que las cafeterías de las universidades son un foco de insurreción que acaba perjudicando a todo el que entra. Se vuelven porreros, antisistema o vagos.

Anónimo dijo...

El comentario anterior tambien era mio (supongo que lo has adivinado) Por cierto, el peque ya duerme y la pre-adolescente está viendo el Disney Channel, hoy la dejo un poquito más.

Jose