viernes, julio 23, 2010

Literatura (otra vez)

El lunes se hizo pública la designación de plazas universitarias y de nuevo me han asignado la segunda opción. Si el año pasado elegí Periodismo como alternativa a Estudios Literarios, mi primera elección, éste ha sido Filología Hispánica. Creo que una vez más renunciaré y esperaré al 5 de agosto, día de la reasignación de plazas, a ver si me acompaña la suerte, y tal y como sucedió hace un año, finalmente consigo plaza en Estudios Literarios.
Visto con cierta perspectiva, no se me ocurren unos estudios más inútiles, a efectos prácticos (laboralmente hablando, se entiende) que Estudios Literarios. Si mis padres vivieran y yo contara con 18 años de edad seguramente los tendría todo el día detrás de mí para disuadirme de cursar semejante carrera. ¿Estudios Literarios? ¿Y eso para qué sirve?
En relación a la literatura se da una extraña paradoja. Mientras que los escritores continúan aglutinando una consideración muy favorable (en determinados casos más de la que merecen) como valuartes de la intelectualidad, la literatura, como concepto o definición de una actividad, parece situarse al margen. Seguramente el motivo cabe buscarlo en que la palabra Literatura se asocia a una actividad abstrusa e inaccesible, poco dada al placer y la ociosidad. Ya lo dijo la escritora Flannery O 'Connor: Si se aborda una obra literaria como si se tratara de un problema de investigación para el que sirve cualquier respuesta, con tal que no sea evidente, los estudiantes no descubrirán jamás el placer de leer una novela.
A que hoy día tenga vigencia semejante impresión sin duda han contribuidos los propios escritores, muchos de los cuales difunden opiniones respecto a ella sostenidas mediante digresiones llenas de términos grandilocuentes, y expresadas en una jerga críptica, cuando el mismísimo Aristóteles, cientos de años antes, ya lo expresó de forma diáfana y precisa: la literatura es invención. Ni más ni menos.

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