viernes, enero 29, 2010

Menudo prenda


Quizá no hayan reparado en ello, pero en Mataró contamos con una de las eminencias pensantes más destacadas de la historia de Cataluña, prestando sus servicios a la comunidad, es decir, trabajando para el ayuntamiento con el fin loable de hacernos la vida más fácil, lo cual es de agradecer, habida cuenta que si lo deseara seguramente estaría trabajando en cualquiera de las mejores empresas del mundo. Yo, en cambio, sin ser especialmente perspicaz, sí que he podido constatar la elevada inteligencia del individuo en cuestión, del cual, debo confesar, desconozco su aspecto, pues jamás he tenido el placer de encontrarme con él, aunque sí he podido ver con mis propios ojos, como digo, el fruto de su esfuerzo intelectual, y con eso me basta para vaticinar que el tipo nos dará tardes de gloria a los ciudadanos de Mataró.
No sé si alguna vez han tenido oportunidad de pasear por las playas de la ciudad. Si en efecto lo han hecho y han prestado un poco de atención (no se necesita estar especialmente despierto) podrán identificar de inmediato el alcance de su obra, a saber: las canastas de baloncesto que se erigen en medio de toneladas y toneladas de arena de playa. Ah, qué audaz y brillante iniciativa. Se trata, sin lugar a dudas, de un visionario, de un ser adelantado a su tiempo. Porque hasta ahora el mundo entero había alcancado la decisión unánime que de todas las superficies posibles para acoger una pista de baloncesto, la playa era la menos indicada. Las razones a uno se le antojan obvias, pero acaso proceda una sucinta aclaración para aquellos a los que le haya pasado inadvertida la obiedad. Veamos: no se necesita ser muy espabilado para deducir que si botas un balón de basket en la playa existen pocas posibilidades de que regrese a tu mano, lo cual, coincidirán conmigo, parece de vital importancia para que un partido de baloncesto se desarrolle dentro de los margenes de normalidad que requiere dicho deporte. De ahí que generalmente se prefiera el parquet, o las planchas de cemento liso debidamente colocadas de tal forma que no constituyan un impedimento para que la pelota fluya sin sobresalto ni trayectorias extrañas, que se desplace, en suma, con suavidad de la mano al suelo y del suelo a la mano.
Y llega nuestro hombre, un ser preclaro que se desplaza levitando porque caminar se le antoja demasiado pedestre, y decide sembrar las playas de Mataró de canastas de baloncesto. ¡Las playas! Sí, como leen, ¡las playas! Me lo imagino en su despacho pertrechado de escuadra y cartabón, trasudando a causa del esfuerzo, haciendo toda clase de cálculos aritméticos a fin de llevar a término su proyecto con éxito, mientras su secretaria deposita sobre la mesa un vaso caliente de colacao para que ingiera pequeños sorbos que le restituyan la energía empleada en semejante empresa.
Nada más conocerse la noticia, la gente se ha echado a la calle para ser los primeros en jugar en esas pistas. A diario la multitud, la muchedumbre expectante, hace cola para poder comprorbar el alcance de la idea. Cientos de miles de personas, ciudadanos de Mataró y de otros lugares a los que ha llegado el eco del prodigio, aguardan turno a fin de disfrutar de unos minutos de basket en esa pista sin par.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

este blog está muy muerto ¿No?

Arcadio dijo...

Moriré con las botas puestas