sábado, noviembre 18, 2006

Franqueza

A diario se le presentan a uno ocasiones en las que dilapidar las más molestas convenciones que delimitan lo que somos o decimos de lo que en realidad quisiéramos ser o decir. No existe persona —no puede existir— que no se haya planteado alguna vez la posibilidad de pisar un día la calle con el propósito, menos arriesgado que liberador, de expresar cuanto siente y piensa sin temor a las consecuencias. En mi opinión, el rapto de franqueza, por más descarnado que se le antoje a quien sea víctima de él, es una confesión de sincera amistad como pocas hay que a largo plazo favorecerá a quien en primera instancia no ha experimentado sino bochorno. Si, pongamos por caso, una amiga reclama tu opinión respecto al peinado que ha resultado de su última visita a la peluquería, sin duda su primera impresión será de horror y animadversión hacia ti al escuchar de tu boca que su cabello parece una rata sumergida en agua, o se asemeja en exceso al peinado que lucían las actrices del porno norteamericano en la década de los ochenta, o el maquillaje que impregna su cara se diría que lo ha trazado con rotulador o plastidecor un maquillador ciego aquejado de parkinson. Créanme, por más rechazo —en rigor verdadera inquina— que en ese primer momento sienta esa persona hacia ti, acabará, con el tiempo y un número indeterminado de visitas al psicólogo, agradeciendo de por vida tu franqueza. Y es que necesitamos del punto de vista ajeno para desentrañar las distorsiones a las que nos aboca el propio

3 comentarios:

Anónimo dijo...

cal dir el que l'altre s'espera que li diguis, encara que potser no espera el que li estàs dient

Arcadio dijo...

El que l'altre espera que li diguis, o el que en el fons pensa que sap que es mereix??

Anónimo dijo...

No sé yo si realmente acabarán agradeciéndote tu franqueza. Ya sabes que yo soy bastante dada a la incontinencia verbal, y hasta ahora no me ha cosechado más que antipatías...