jueves, julio 20, 2006

Funesto



Apenas restan unos pocos días para el inicio de las vacaciones. Ya he realizado la consiguiente búsqueda de libros con los que espero ocupar las horas ociosas tan propias de este período del año. Ayer mismo adquirí, en un puesto de libros de segunda mano que instalan cada año en Mataró con motivo de las fiestas locales de Les Santes, el que imagino será el último libro que la completará (una afirmación un tanto precipitada, habida cuenta las tentaciones constantes a las que estamos sometidos quienes hacemos acopio indiscriminado de libros). Se trata de Los desnudos y los muertos, una extensa novela de Norman Mailler, el magnífico escritor norteamericano, del cual ya había leído con anterioridad El fantasma de Harlot, una vasta obra de más de mil doscientas páginas (regalo, por cierto, obtenido de manera fraudulenta por medio de una ex que se valió de su empleo como cajera en unos grandes almacenes para agenciarse, sin coste alguno, de todo cuanto yo le sugería, preferentemente libros, si bien recuerdo que en una ocasión se hizo con una freidora que he conservado hasta hace bien poco) cuya lectura me produjo inmenso placer y de la cual, desde entonces, espero con impaciencia la publicación de una segunda parte permanentemente postergada. La elección de Los desnudos y los muertos no responde al azar que un afortunado hallazgo casual haya deparado mientras ojeaba el resto de ejemplares a la venta, antes bien es resultado de la lectura muy satisfactoria que me ha procurado el último libro que he leído (regalo de Pilar para el día de Sant Jordi), asimismo una obra de Mailler de reciente aparición, América, un recopilatorio de los mejores textos periodísticos del escritor de Nueva Jersey, editado por Anagrama, cuya lectura proporciona idea precisa del devenir político estadounidense de mediados del siglo XX en adelante, que contiene, además, alguna reseña literaria y varias entrevistas y reportajes, con mención especial al que escribió a propósito del histórico combate de boxeo que disputaron, en Zaire, Alí y Foreman.

Así pues, la lista definitiva de libros de obligada lectura en agosto es: la ya mencionada Los desnudos y los muertos; La vida breve, de Onetti; El Canon occidental, de Harold Bloom y Moments estel·lars de la humanitat, de Stefan Zweig, en su traducción al catalán, atinado regalo de despedida con el que mi amiga Clara, con idea de que no descuidara mi aprendizaje del catalán, me sorprendió antes de emprender viaje por inhóspitas tierras de Brasil, de cuyas peripecias tendré noticias a su regreso y acaso inspire alguna entrada en este blog.
De más está decir que la lista en cuestión es susceptible de experimentar alguna modificación, en función, sospecho, de las visitas que realice a la librería Viader, situada en la bellísima localidad de Sant Feliu de Guixols, establecimiento en el cual adquirí por vez primera, hace ya más de veinticinco años, el primer libro costeado por entero con el dinero de mi paupérrima asignación semanal, que guardé celosamente hasta reunir la cantidad necesaria para comprarlo, momento éste que se demoró interminablemente debido a lo exigua que era la cantidad que me entregaban mis padres, y cuya espera, por fortuna, se vio aliviada gracias a las visitas que los domingos por la mañana realizaba a la librería, donde aprovechaba para coger de la estantería el libro y abrirlo e inspirar el aroma a papel impreso que impregnaba sus hojas, como si necesitara de ese olor reparador para mitigar la espera que había de transcurrir hasta que finalmente me perteneciera. El libro, que aún conservo, era El conde de Montecristo, de Alejando Dumas, en una edición de noviembre de 1980 de la Editorial Bruguera, en cuya primera hoja acabo de descubrir subrayada a lápiz, al abrirlo con motivo de la escritura de esta entrada, la que con toda seguridad es una de las primeras palabras con que inauguré el hábito irrenunciable de buscar en el diccionario todos y cada uno de los vocablos cuyo significado ignorara. La palabra, señalada con un trazo grueso a lápiz , es funesto.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Tu fan número uno, ha encontrado el texto, tierno, brillante, y muy emotivo, hasta se me han saltado las lágrimas, que tampoco es ninguna novedad, habida cuenta que lloro con los anuncios de compresas.

Besos.

Pilar

Coro dijo...

Arcadio,
muy buenas las lecturas de tus vacaciones... el post, y los recuerdos, pero aún no has dicho donde vais.
¿New York? ¿Egipto?... (¿lo has convencido Pilar?).
Estoy leyendo, entre otros, "Hasta que te encuentre" de John Irving. Está muy interesante, tiene 1019 páginas... me durará todo el verano, supongo. Irving es un autor que me gusta mucho.
¡Buen verano!
¡Ah!, ya sabes: fotos.

Anónimo dijo...

Coro

Este verano solo vamos un días a Lisboa, el plato fuerte de Nueva York es para cuando nos casemos, será nuestro viaje de novios.

Besos.

Pilar

Coro dijo...

F E L I C I D A D E S ! ! ! ! ! !
Un beso para los dos y a pasarla bien...

Leo Zelada dijo...

Ayer un taxista me dijo que escribir poesìa no era un trabajo y yo le conte todo el trabajo que tenia como tenia y creo que lo acojone jajaja.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Muy emotivo y muy evocativo. Quizás la reseña de la palabra funesto no era más que una premonición de cómo iba a resultar el hábito allí iniciado de comprar libros para tu bolsillo.
O a lo mejor estoy hablando de mí misma...voy a buscar más Norman Mailer en amazon...

besos,
manoli