miércoles, junio 07, 2006

Desdichada buena salud



En los últimos días he sido testigo involuntario de sendas conversaciones en las que se daba cuenta, en cada una de ellas, de la desgraciada y súbita defunción de dos individuos relativamente jóvenes. La sorpresa que manifestaban quienes de ello departían no era tanto del hecho mismo de morir como hacerlo los individuos cuando gozaban de perfecto estado de salud, de disfrutar, los fallecidos, de una vida saludable en permanente cuidado, tanto en lo que respectaba a la dieta como asimismo al deporte, que al parecer practicaban con frecuencia semanal con el objetivo último, presumo, no sólo de mejorar su estado anímico sino de alargar la vida. Semejantes conversaciones me han deparado cierta desazón, porque también yo acostumbro a seguir no tanto un plan como un modo de vida determinado con idea de que el camino a la vejez no acabe obstaculizado por un sin fin de achaques dispares que finalmente la compliquen y dificulten. Sin duda alcanzar la jubilación en un estado de salud que garantice su máximo disfrute requiere algún sacrificio inevitable, por lo general en lo que se refiere a la dieta y al esfuerzo físico. Sin embargo, ya va siendo costumbre escuchar cómo tras años de someterse a semejante disciplina, algunos fallecen de improviso sin la posibilidad de amortizar el empeño realizado y, en cambio, aquéllos que han llevado una vida desaforada de excesos ininterrumpidos acaban sobreviviendo más años que quienes se han sometido a cuidados y prevenciones constantes. Caso parecido y frecuente es el de las personas afables de íntegro comportamiento y hasta serviciales y compasivos con el prójimo que fallecen prematuramente y por lo general de manera aparatosa, y sin embargo los que han llevado a cabo desatinos y se han mostrado crueles e infligido dolor y humillación a todo el que les ha salido al paso han acabado sus días dulcemente en un lecho plácido, rodeado de leales aduladores y a edad longeva. En semejante tesitura se siente uno tentado de olvidarse de toda prevención y hacer acopio de cuanta sustancia insalubre exista en el mercado para ingerirlas en dosis inapropiadas y hacer de tu cuerpo una cobaya feliz que se apresura a ofrecerse voluntaria a toda suerte de experimentos. Ser, además, extremadamente despiadado y no mostrar respeto por nada ni por nadie, manejarse como un temerario insensato y provocar trifulca con los tipos más pendencieros y peligrosos de la ciudad y en modo alguno rehuirlos como acostumbraba hacer hasta entonces; agarrarlos por la pechera y mentar a su madre y adjudicarle la profesión más antigua del mundo, deambular asimismo de madrugada por los garitos más lascivos y peligrosos de la ciudad para hacer y dejarse hacer cuanto a la imaginación se le antoje y tenga a bien paladear, y morir finalmente satisfecho y ahíto de placer y con la seguridad de no pertenecer a ese grupo de desdichados pusilánimes que inspiran fugaz compasión.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

en los últimos años han habido muchas muertes o emboliasde gente que estaba en ese momento en el gimnasio o haciendo deporte, algunas de ellas famosas (sharon stone, marichalar). No son casualidades, ni deberían leerse como que el deporte es malo. Pero ahora hacemos deporte de igual forma que hacemos todo lo demás en la vida: con estrés, exceso de tensión y un mal uso tremendo de nosostros mismos. Si quieres saber más pregúntale a tu hermana, que se dedica a eso cuando no está leyendo tu blog

Arcadio dijo...

Por cierto, deberías mandarme el mail de tu trabajo, hermanita.