jueves, abril 20, 2006

Libretas


Poseo numerosas libretas en las que anoto escrupulosamente todo lo que considero me será de utilidad en el futuro, y también aquello que en principio pudiera carecer de interés o provecho para otras personas pero a mí me depara un beneficio en ocasiones discutible o desatinado pero tentador por alguna extraña razón imposible de explicar. Es un hábito este -el acopio de libretas- que se remonta a mis tiempos de enseñaza primara, cuando uno de esos profesores indispensables que todos hemos tenido alguna vez -Luis se llamaba el mío- me persuadió de que mientras leía debía acostumbrarme a buscar en el diccionario todas y cada una de las palabras cuyo significado ignorara. Yo, que suelo llevar al exceso la menor sugerencia o consejo -simpre y cuando juzgue me será de provecho- no sólo lo llevé a efecto en adelante sino que además decidí anotarlas en una libreta y memorizar su significado. A partir de entonces procuraba cargarla siempre conmigo y aprevechar la menor oportundiad que se me presentaba -en la parada del autobus o mientras viajaba, también en la cola del supermercado o en la sala de espera del médico- para leer y releer su contendio. Aquel cuaderno -hoy día un tanto maltrecho por el uso pero aún de gran utilidad- fue el primero de una larga lista: los que contienen citas de personajes ilustres, los destinados a glosar términos de teoría literaria, los de gramática, los de historia, etc.
Si bien no hace falta llegar a semejantes extremos, todo el que lee debería hacerlo con el diccionario a su alcance -ese cementerio del que uno desentierra las palabras, que decía Cortázar- e indagar el significado de los términos que desconozcamos y asimismo aquellos a los que por similitud con otros les presumamos un sentido en ocasiones equivocado. Hagan la prueba.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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