viernes, febrero 04, 2011

Un peo mal tirao

Hoy he tenido el último examen del primer cuatrimestre. En lugar de bajar a Barcelona en tren he optado por tomar el autocar, que tiene una parada cerca de casa. He decidido cambiar porque el temario del examen era muy extenso y necesitaba algo de tiempo para repasar alguna cosa, y el autocar es perfecto para leer sin distracciones. Sí, ya sé que pensaréis que tradicionalmente el tren ha sido el transporte más apropiado para entregarse a la lectura. Yo también lo pensaba antes de empezar a viajar dos días por semana estos últimos cuatro meses. Ah, pero las cosas han cambiado. ¡Vaya si lo han hecho! No ha habido un solo día durante estos meses, insisto: ni un solo día, en el que no apareciera de debajo del asiento, de improviso, el trío Los Panchos desgañitándose con un par de rancheras mientras propinaban zarpazos a una guitarra lastimada y quejumbrosa. Repito: todos los días que he bajado; no uno ni dos: todos. Ya fuera a la ida o a la vuelta, aparecían de sabe dios dónde y antes de que a mí me diera tiempo a arrojarme a las vías ya tenían montado un escenario que ríete tú de los llevan de gira Madona o U2. En serio, a la ida y a la vuelta. Y cuando no eran Los Panchos aparecía una Bonnie Tyler de estar por casa, alta y rubia, con aspecto de polaca, o rumana o rusa, que para el caso el lo mismo. Y para estupor del personal la tía cantaba copla española a lo Isabel Pantoja, pero con acento de oficial nazi de esos que por el mismo precio te habla y te escupe. Por si no fuera poca desgracia lo que cuento (que, como dicen en las películas, está basado en hechos reales, palabrita del niño Jesús), alguna vez se sumaba a la fiesta un músico autóctono; sí, ja m'enteneu, dels que fa pais, luciendo largas rastas y, suputamadre, hediendo y hediendo a mil demonios. La puta que lo parió, hediendo más que el puto perro feo del que se compañaba. Pues bien, este, el nostre, el autóctono, se dedicaba a pegar pequeños saltitos y a girar sobre sí mismo mientras bufaba a una flauta que emitía un sonido idéntico a un pedo mal tirao, o tirado a medias. Uno de esos pedos, ya me entendéis, que promete el apocalipsis y luego apenas resulta el suave aleteo de una lánguida mariposa.

Comprendo que la profesión de músico aglutine una simpatía unánime por parte del personal. Es una disciplina que a veces puede ser muy poco agradecida (aunque tampoco hay que dramatizar, más jodido lo tuvo el limpiacristales de las Torres Gemelas el 11-S), y es ingrata porque no todo el mundo tiene oído para gozar de ella ni sensibilidad para apreciarla. Además, los que deciden dedicarse a ello lo hacen casi de manera altruista, para proporcionarnos placer a nosotros, pasando calamidades a la intemperie, a la vuelta de una esquina cualquiera, mientras nos regalan un fímero momento de placer tocando aquel tema con el que perdimos la virginidad o nos agarramos a la teta de aquella vecina. Pero no jodamos, una cosa son esos músicos, y otra bien distinta la panda de terroristas del pentagrama que cada día toman como rehenes a los viajeros del tren.
Alguno de vosotros, como si lo viera, torcerá el gesto y pensará: pero, coño, Arcadio, mejor eso a que estén delinquiendo por las calles, ¿no?
¿De verdad quieres que te conteste?

5 comentarios:

J. G. dijo...

suerte en ese examen

Arcadio dijo...

Muchas gracias, aunque mucho me temo que ha salido peor de lo esperado debido a inconvenientes de última hora.

Yolanda dijo...

Hay mucho paro.
Que ha pasado con el examen?

Anónimo dijo...

Pues hace un par de domingos fuimos a comer al Reverter y apareció la tuna (estos no hay manera que acaben la carrera), la verdad es que tocaban bien, pero claro... iban repartiendo tarjetas anunciandose para fiestas, cumpleaños...
Estoy con Yolanda, hay mucho paro. Igual los llamo un dia de estos a ver si tienen sitio para un palmero.
Me ha encantado tu relato, como siempre. Que tengas suerte con la nota.
Jose

Arcadio dijo...

Gracias José.
Pues oye, lo de palmero es una alternativa. Ahora bien, evitar los bolos por los trenes, por favor. Con los Panchos tengo bastante.