miércoles, octubre 27, 2010

sábado, octubre 16, 2010

A la mierda con ellos

Hace un mes y medio compré un cd en Amazón y todavía no he conseguido quitarle el envoltorio. Y no será que no lo he intentado. En realidad sé que es una pérdida de tiempo, y me he resignado a la idea de que jamás podré hacerlo. Ni a ese ni ninguno de los trescientos treinta y ocho que poseo y guardo, intactos, flamantes y con el plástico impecable, en una estantería de casa, a los cuales no he logrado hasta ahora desenvolverlos por más empeño que he puesto en la empresa. Y eso que he echado mano de todo tipo de herramientas: de soplete, de machetes, de alicates, de tijeras, y el puto plástico permanece incólume. Es irrompible. Incluso me hice con un taladro especial, que vi anunciado en las parodias de teletienda que hacen en El hormiguero, que es, al parecer, el padre de todos los taladros: broca de punta de diamante, perforación amortiguada por un sofisticado sistema hidráulico, haz de luz infrarroja que fija el objetivo para evitar que uno yerre al perforar. Por si fuera poco, de la punta del taladro, en torno a la broca, salen como cuatro brazos mecánicos articulados que acaban en sendas ventosas que se adhieren perfectamente a la pared, una solución perfecta para evitar hacer una regata en lugar de un agujero, que es lo que me suele suceder a mí cada vez que quiero colgar un cuadro. Por eso en casa apenas hay cuadros y abundan los apliques de luz, porque aprovecho las regatas para pasar un cable y colgar una luz.
Muchos pensaréis que es absurdo acumular cd's que no puedo escuchar. Pues sí, es cierto, pero también es absurdo llevar los pantalones por debajo del culo, que semejan que los llevan cagaos, como diría mi abuela, y sin embargo no hay adolescente que no pasee por la calle de esa guisa. También es absurdo y antiestético cubrir la calva con un flequillo de pelo que cruza de orega a oreja y parece fijado con el lametón de una vaca, a la manera Anasagasti, y bien que proliferan los tipos que lucen con orgullo semejante agravio a la vista.
A pesar de todo lo explicado, me he puesto hoy a manipular el cd de marras, pero lo he hecho como el que come pipas, para pasar el rato mientras asisto en directo, por televisión, al rescate de los mineros encerrados en una mina de Chile. Según parece es un acontecimiento de alcance mundial de obligado visionado. Lo dice la prensa, y claro, si lo dice ella será cierto, aunque la prensa también propagó que la gripe A iba a diezmar la población del planeta, y aquí estamos: vivitos y coleando.
A mí, dicho sea de paso, me parece ciertamente desmesurado el despliegue de medios y abusivo el tiempo que se ha dedicado al episodio de los mineros. La noticia, en su momento, fue que quedaran sepultados bajo tierra, y estuvo bien que se informara de ello. Más tarde, que sobrevivieran, y ahora que finalmente serán rescatados sanos y salvos. Ya está, pasemos a otra cosa, qué necesidad hay de ver cómo salen uno a uno. Es aburrido, reiterativo, innecesario y cansino.
A mí, qué quieren que les diga, me parece que estos pobres desdichados van a ser rescatados de un Averno para ser arrojados a otro: el Averno mediático. Más de uno acabará deseando no haber abandonado el encierro. Y si no al tiempo.

Mientras reflexiono al respecto y trasteo el cd y me acuerdo, en consecuencia, de todos los familiares, vivos y fallecidos, del tipo que inventó el plástico que lo envuelve, me viene a la memoria ese chiste que propone construir las aviones del mismo material en que están hechas las cajas negras, y me pregunto cómo es que los chalecos antibalas, o los uniformes ignífugo de los bomberos, o los de las fuerzas armadas o incluso la carrocería de los coches no están fabricadas y confeccionados con el mismo material que envuelve los cd. Jóder si nos íbamos a evitar disgustos.
Y a todo esto, cuando ya son cuatro los mineros rescatados, me entero de que el presidente de la patronal española, el tal Díaz Ferrán, ha dicho que lo que hay que hacer para salir de la crisis es trabajar más y cobrar menos. Sólo le ha faltado exigir que en nuestro tiempo libre le limpiemos la casa y le lavemos el coche. Tiene cojones la cosa. No sólo nos han metido en una crisis de dos pares de cojones, sino que tenemos que pedir perdón por ello. Apuesto a que el tal Ferrán es de los que piensa que es un gasto innecesario no sólo salvar a los mineros, sino malbaratar una fortuna en construir toda una parafernalia técnica de tubos y ascensores, que seguramente se acabara pudriendo por el óxido y la dejadez, para rescatar a unos tipos que apartir de ahora vivirán del cuento mediático. Es decir, que no serán productivos a los fines capitalistas que promulga la patronal.

Tal vez tengan razón respecto a que las instalaciones que han servido para rescatar a los mineros acabara cubierta de hollín. De manera que para evitarlo se le podría buscar una utilidad práctica, como la de bajar a la mina a todos los despreciables codiciosos que nos han metido en esta puta crisis, como el tal Ferrán, y dejarlos allí hasta que se disculpen y pidan perdón no sólo por meternos en la crisis, sino por haberlos rescatado de ella a base de darles millones y millones de euros que salen de nustros bolsillos, y no tener la prudencia de guardar silencio ni la humildad de disculparse.



viernes, octubre 08, 2010

Avancemos, señores, avancemos.

El altercado de ayer entre Sergio Ramos y el periodista de TV3 constituye la prueba más evidente de que la relación entre España y Catalunya está abocada a un deterioro permanente. No es posible que Ramos desconozca que algunas de las comunidades que integran España emplean un idioma diferente al suyo, y, por tanto, que los medios de comunicación locales se expresan en esa lengua vernácula aun cuando se hallen fuera de la comunidad, puesto que la declaración grabada esta pensada para emitirla sólo en esa comunidad en cuestión, y, por consiguiente, destinada a los ciudadanos que hablan esa lengua. Parece lógico pensar, habida cuenta su condición de jugador estrella expuesto con frecuencia a ruedas de prensa similares a la de ayer, que en alguna otra ocasión habrá observado que un periodista catalán pide a un jugador asimismo catalán que se exprese en la lengua que comparten, y, concluida la declaración, la repita en castellano. Es una circunstancia habitual y debería ser aceptado con absoluta normalidad.
Uno no entiende el motivo por el cual Ramos se ha molestado al punto de manifestarlo en voz alta. Y este, atención, no es un detalle baladí. Ramos ha debido sentirse verdaderamente contrariado para romper con la tradición afásico-mongoloide que prevalece de normal en las declaraciones que los futbolistas hacen a la prensa, todo un alarde de oratoria del tipo la decisión es del mister, el mérito es de los compañeros, y, el sintagama estrella, el fútbol es asín. Llegado este punto no parece muy disparatado sospechar que Ramos siente un punto de animadversión a todo cuanto atañe a lo catalán, por más que lo niegue, y cuelgue en su Twiter una fotografía amistosa con Piqué a fin de desmentir cualquier diferencia entre ambos. Es más, estoy completamente seguro de que si el periodista hubiera sido gallego o vasco y se hubiese dado idéntica situación, Ramos no habría abierto la boca.
Lo que más rabia da es que toda esta situación de encuentros y desencuentros tendría fácil solución. A poco que uno piense con detenimiento y cierta voluntad de reflexión (en ningún sitio, que yo sepa, está escrito que reflexionar produzca cáncer o alguna patología sería, así que hagámoslo sin temor), y se recuerde algo que la costumbre y el hábito diario de años ha echado al olvido: la lengua constituye el cordón umbilical que nos vincula directamente con nuestra infancia, somos la lengua con la nuestros padres nos hablaban incluso antes de nacer, y difícilmente nadie podrá quebrar ese vínculo por más empeño que ponga. Una vez alcanzada esa verdad categórica, sería bueno ponernos en el lugar del otro, el que se expresa en una lengua distinta a la nuestra, y llegar a la conclusión de que posee todo el derecho a sentir lo mismo por su idioma que nosotros por el nuestro. Esa sería la única forma de avanzar, de comprender de una vez que las lenguas, bien empleadas, son un instrumento para unir y no para dividir.