miércoles, junio 04, 2008

Repulsión



Obama ha vencido a Hillary Clinton en unas primarias encarnizadas en la que los puñales volaban de un candidato a otro con verdadera voluntad de matar. Finalmente será el primer negro que aspire a presidir Estados Unidos, y por extensión, mal que nos pese, buena parte del mundo. Yo soy escéptico, sostengo que aún está por ver que los demócratas venzan en las presidenciales de noviembre, habida cuenta el color de piel del candidato. Por más desastrosa que haya resultado ser y en efecto sea la debacle mundial que ha provocado el ignaro Bush y su cohorte de asesores, forajidos de insana ambición que merecen perecer colgados por los testículos con hilo de pescar, tengo para mí que la magnitud del castigo por la hecatombe causada, colocar a un negro en la Casa Blanca, no entra en los planes del norteamericano medio, o es en todo caso un altísimo precio que no sé yo si se avendrán a pagar en un país que hasta hace bien poco, no se olvide, ponía en práctica políticas racistas, verbigracia Rosa Park y tantos otros.
En todo caso, y sospechando cuál es la idiosincrasia del ciudadano norteamericano, si efectivamente un negro acabara apoltronado en el sillón del despacho oval, sería un acontecimiento inédito, y perfectamente podría ser tomado como un castigo a Bush. Sería la prueba definitiva de que Bush ha resultado ser, con mucho, el peor y más aborrecible presidente de la historia, lo cual no es baladí, pues los norteamericanos practican veneración a la figura del ex presidente. A cambio de los servicios prestados le ceden un lugar de privilegio en las complacientes páginas de la posteridad, desde las cuales se complacen en contemplar el devenir del país con la mirada altiva de quien se considera imprescindible. Lo hicieron incluso con Richard Nixon, que les mintió sin pudor al extremo de acabar dimitiendo por el caso Watergate, y aun y así, a su muerte, no ahorraron palabras de elogio hacia la figura de semejante embaucador.
Ya que nadie devolverá la vida a los cientos de miles de personas que han muerto por culpa de Bush, sería bueno que, en adelante, no se le rindiera tributo alguno, se le soslayara sin pudor, y cada vez que se le mencionara se hiciera como quien lanza una blasfemia, como el que esboza una mueca de asco, como el que tuerce el gesto por repugnancia, como al que le sobreviene un vómito que mal que bien reprime con los labios fruncidos.



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