jueves, mayo 22, 2008

Todo se andará



Mi amigo Alex me llama por teléfono para proponerme asistir al estreno de la cuarta entrega de Indiana Jones. Sí, se trata del mismo Alex que de tanto en tanto visita este blog para dejar, invariablemente, algún comentario incendiario o una reflexión heterodoxa cuya razón de ser, las más de las veces, tiene por objeto provocar al personal con una retahíla de improperios en forma de discurso políticamente incorrecto que solivianta a algunos visitantes de esta bitácora. Sin ir más lejos, una de mis hermanas ha puesto precio a su cabeza, y está ansiosa por echárselo a la cara para hacer de improvisada jíbaro y reducir su cráneo —el de Alex— un treinta por ciento de su tamaño, echando mano de la maniobra nada desdeñable de presionar con ambas manos en sendas sienes hasta miniaturizar y moldear la cabeza de Alex como si estuviera hecha de plastilina.

Trataré de mediar para que semejante circunstancia no tenga lugar, pero no prometo nada, los designios de una hermana contrariada son inescrutables.

En cualquier caso la conversación con Alex, aunque sucinta, deriva hacia diversas cuestiones sobre las que convenimos hablar en profundidad el día en que vayamos al cine. No obstante, uno de los comentarios que me hace Alex, o más bien me reprocha o me reconviene de forma venial, es la de que me ponga manos a la obra y actualice el blog de una vez por todas, en el que ciertamente no publico una entrada desde hace... ¡mes y medio! Cuarenta y cinco días sin aparecer por aquí. Menuda desvergüenza, me digo cuando caigo en la cuenta de semejante despropósito. Y es que una de las obligaciones de todo blogaire, acaso el más importante según el código deontológico que recoge los deberes de un escritor de blogs, es precisamente el de ceñirse al compromiso de escribir con cierta frecuencia, siquiera para no perder visitantes, lo cual, a estas alturas, temo haya sucedido irremediablemente.

Lo cierto es que no tengo disculpa alguna con la que pretextar tan prolongada ausencia. Cabría la posibilidad de atribuirle toda responsabilidad a mi hija Martina y a la dedicación que me exige a diario, pero no sólo sería faltar a la verdad sino directamente propagar infundios, puesto que la niña duerme largas horas durante las cuales, a poco que me lo hubiera propuesto, habría dispuesto de tiempo suficiente para escribir una novela.

Decía Borges que la felicidad escribe en blanco, esto es, que cualquier texto de importancia o capaz de trasmitir emoción debe ser escrito desde un estado de aflicción o desconsuelo, transitorio o permanente, o, cuando menos, de cierta angustia o desasosiego, pero pocas veces inspirará trascendecia si el que escribe goza de un tiempo de felicidad o euforia, que es, vale decir, la condición en la que estoy instalado desde hace seis meses. Lo que definitivamente respondería a la pregunta que me había formulado durante el embarazo de Pilar, a saber, cómo afectaría a mi escritura el nacimiento de mi hija, si sería presa de un rapto de escritura torrencial, o me volvería un ágrafo perezoso que se resiste a dejar de mirar a su niña para ponerse a escribir. En fin. Todo se andará.

2 comentarios:

Mbl dijo...

No me lo puedo creer.... ARCADIO HA VUELTO!!!!!

Todavía no has perdido a todos tus asiduos lectores, al menos te quedo yo.

Anónimo dijo...

La verdad es que yo también pensaba, como Alex, que ya era hora de dedicarle unos minutitos a este blog, pero como tía de esa pedazo de niña que me deja una brecha en el corazón cada vez que me separo de ella, entiendo que des prioridad a mirarla sin descanso.