jueves, agosto 23, 2007

Pilar y los prodigiosos veinte euros de su abuela


Como en lo que respecta a las matemáticas soy un completo desastre voy a exponer a continuación una duda o problema o situación ciertamente particular que vengo padeciendo u observando desde hace algunos años, a fin de que alguno de los lectores de este blog tengan a bien ayudarme a resolverla. Es sabido y repetido hasta el cansancio que las matemáticas no dejan nada al azar y todo cuanto de ellas procede es manifiestamente contable y constatable, y si a una manzana, pongamos por caso, se le suma otra manzana el resultado obtenido de esta sencilla operación no será nunca cuatro manzanas ni ocho ni doce sino dos, pues nada puede escapar a los designios de esta ciencia exacta, que precisamente por su doble naturaleza de ciencia y de exacta, presume de cabal y estricta en sus dictámenes, y en modo alguno se presta al libre albedrío.

La duda o el problema u situación que nos ocupa y es motivo de esta consulta pública se resume en que a mi señora esposa, Pilar, su abuela le obsequió años atrás con la cantidad de veinte euros, una cifra estimable pero insuficiente para jubilarse o adquirir un coche nuevo o viajar en crucero por el Bósforo o ni siquiera comprar una taladradora de doble tubo de amianto con broca de carbono y mango abatible.

Y sucede, pues, que constatando y sabiendo, merced a las leyes de las matemáticas mencionadas más arriba, que el número de objetos que se pueden adquirir desembolsando dicha cantidad son limitados, Pilar, no obstante, no ha dejado estos años de aparecer en casa pertrechada de toda suerte de artículos en relación con los complementos con los que las mujeres suelen lucir su vestuario, tales como pulseras, collares, pendientes, broches, pañuelos, diademas y bolsos, siendo con diferencia estos últimos, los bolsos, los que con mayor desafuero ha comprado, de tal forma que el perchero donde por costumbre los almacena, situado, para más señas, en el recibidor de casa, un mueble robusto, recio de madera oscura barnizada, con remates de acero lituano, se desmoronó un día a causa de la evidencia del peso excesivo con el que mi santa esposa lo castigaba. Y el de acero fundido y patas de titanio reforzadas con soporte de mármol Travertino cubiertas, a su vez, con resina de los inhóspitos bosques de la lejana Tahilandia, que finalmente sustituyó al difunto de madera, ya comienza a presentar síntomas de agotamiento y puede advertirse una leve curvatura en el centro mismo de la barra que augura suerte similar a la que corrió el malogrado perchero de madera. Tal es, pues, la cantidad de bolsos que mi santa esposa cuelga de sus sufridas extremidades. Y sucede que cuando, de manera bienintencionada, un servidor le pregunta a Pilar de dónde ha sacado el dinero para comprar tantos y tan variados artículos, ella responde:

Los veinte euros que me dio mi abuela.

Y cuando aparece con un collar nuevo con un pedrolo del tamaño de una pelota de tenis rodeando su cuello de gacela, de inmediato responde:

Los veinte euros que me dio mi abuela.

Y cuando, temerariamente, pasea por las muy pronunciadas aceras de nuestro barrio en dirección al Super que hay a la vuelta de casa para comprar una triste bolsa de croquetas, avanzando con una mano apoyada en la fachada para no rodar calle abajo, caminando como Chiquito de la Calzada a causa de unos zapatos con unos tacones de aguja de una altura vertiginosa, ella responde:

Los veinte euros que me dio me abuela.

Y cuando camino del trabajo me la cruzo en la escalera con diecisiete bolsos nuevos, introducidos hábilmente por el asa a lo largo de su brazo, ocupando el espacio que va de la muñeca hasta el hombro, y en la otra mano sostiene una bolsa de cuyo interior asoman seis camisas, medio millar de bragas, doce pantalones y unas botas de piel de cocodrilo ribeteadas con detalles de piel de canguro malayo, soy yo quien le pregunta:

¿De los veinte euros que te dio tu abuela? A lo que ella asiente, risueña y satisfecha y ufana.

Y ocurre que cuando, a bote pronto, efectúo una estimación de gastos, y calculo cuál puede ser el precio de cada uno de los objetos que mi señora ha adquirido, y a continuación sumo el total, sin duda debo errar en las cuentas que realizo a juzgar por el resultado obtenido, que siempre, y cuando digo siempre es siempre, excede en muchísimo los prodigiosos veinte euros de la abuela. Llegado este punto barrunto conjeturas que puedan explicar semejante fenómeno. Quizá la abuela, me digo, ha lanzado sobre los veinte euros algún tipo de sortilegio o hechizo ancestral e infalible que automáticamente cause el efecto extraordinario de duplicar el billete cada vez que mi esposa echa mano de él al bolsillo, de tal suerte que al poco de sacarlo aparece una copia exacta sustituyendo el billete empleado. También puede suceder que la ciencia de las matemáticas no sea tan infalible como cabía esperar y en algún vericueto desconocido del largo proceso de compra/venta los números sufran inexplicables metamorfosis que tal vez escapen a la razón de los entendidos en tales menesteres (matemáticos y demás lumbreras de laboratorio, a menudo tan absortos en las complejidades inextricables de la ciencia que son incapaces de advertir lo obvio). La posibilidad que menos he tenido a bien considerar es que mi santa esposa se haya sentido tentada a embaucarme, a engañarme, a ocultarme alguna información o dato esencial que me permita desentrañar este extraño fenómeno que estoy experimentando. Pilar, mi Pilar, no será capaz tal cosa. ¡Si la conoceré bien!

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Antes de nada felicitar a tu santa esposa (Felicidades Pili por tus 32 añazos).
Mi teoria es que la abuela le pasa una pensión a Pilar de veite euos diarios (un adelanto del testamento). Otra cosa es que como mujer que es estire esos veinte euros de una forma inverosimil. Ahora la teoria definitiva y me temo que es la acertada es que Pilar te toma el pelo!

Petonets

Arcadio dijo...

Pues no había pensado yo en lo del testamento oye... quizaaaa.....

Anónimo dijo...

Siento ser yo el que te advierta o informe para ser culpable de descabalgar a uno de tus mitos. Las matemáticas no son exactas. Supéralo con la ayuda de la física, es mucho más agradecida. Las matemáticas no son más que una prostituta que ofrece sus servicios a multitud de disciplinas como física, economía, geografía, ingeniería y muchas otras. Son una herramienta una ayuda o bien social, pero por ellas solas no sirven para nada, algo así como una cajera del mercadona, que te cuenta la suma total pero no te dice lo que necesitas llevarte. Tienes razón en una cosa 1+1=2 pero esto no es exacto. En el momento que dices 1 manzana+1 manzana esto deja de ser matemáticas para convertirse en física, es decir 1Km+1m=1,001 Km ¡Esto sí!
Cabe la posibilidad que Pilar sepa negociar y comprar mucho mejor que tú, de hecho, cada vez que paseo con Sophie y veo un Outlet la digo: ¡A ver si vemos a Pilar!
No creo que Pilar te engañe, pero si no te fías puedes hacerle una crucecita en una esquinita del billete de 20€... Allá tú si necesitas hacer algo así y quieres que tu hija nazca en una familia con un núcleo más desintegrado que el de un átomo de uranio después de pasar la tarde en una central nuclear...
Por cierto según describes la situación de este segundo perchero puedo intuir que esta sometido a pandeo... No durará mucho... Dile a Pilar que compre un perchero nuevo antes de acabarse los 20 € de este año.
¡Felicidades Pilar!

Arcadio dijo...

Alex, sugieres que debo obviar mi desconfianza en favor de la unidad familiar en la que merece crecer Martina, pero ¿no es más perjudicial que se eduque en un ambiente en el que presida, si bien tácitamente, el recelo?
Por otro lado, me doy cuenta que he despertado en ti el hombre de ciencias que llevas dentro, se diría que lo tenías reprimido, debatiéndose por aparecer a la menor ocasión, y ha bastado la menor mención matemática para que surja y con feliz vehemencia se explaye en una diatriba cientificonuclear de aquí te espero.
Ah, qué grato es siempre debatir contigo, pequeño lunático y lúcido hijo de este siglo de beatos recalcitrantes y meapilas bíblicos que se empeñan en llevarnos por el camino de la sotana cuando lo que en verdad deseamos es retozar entre la lascivia y el vicio de lo empírico.
Recuérdame que el día que frecuente el gusto por el sexo masculino seas tú, y sólo tú, el primero a quien tire los trastos.

Anónimo dijo...

Bueno, es que esta ciencia está realmente sólo al alcance de la comunidad femenina. Y dicho sea de paso, Pilar es la Hawkings de esta ciencia. Aupa Pilar!!