Como alguno de los blogs que suelo frecuentar han echado el cierre durante el mes de agosto, también yo había pensado hacerlo, habida cuenta que no parece esta la mejor época para recibir visitas. La playa y las terrazas ofrecen una competencia a la que difícilmente nadie opone resistencia. Sin embargo, he decidido publicar, de tiempo en tiempo, siquiera una entrada breve y no demasiado trascendente, no tanto por que aquí acontezca nada que merezca mencionarse cuanto por la necesidad física de escribir de la que a menudo soy presa. Pilar y yo, qué remedio queda, deambulamos por las calles abarrotadas de San Feliu de Guixols como dos perros ociosos a los que sus amos hubieran abandonado a su suerte. La mayor parte de tiempo lo pasamos sentados en los bancos situados a lo largo de la calle principal, derrengados a causa del terrible esfuerzo de no hacer nada. Allí sentados asistimos, frente a nosotros, a un trajín incesante de gente paseando de un lado a otro de la rambla, a la que más pronto que tarde acabamos haciendo objeto de nuestra crítica viperina y despiadada. Observamos con especial atención a las parejas que llevan bebés (San Feliu de Guixols, doy fe, concentra por metro cuadrado el mayor número de recién nacidos del planeta). Transcurren minutos y minutos sin que Pilar y yo crucemos palabra, entregados a la tarea de contemplar los bebés y adivinar o imaginar con cual de ellos guardará parecido nuestra Martina. Cómo de oscuro será su cabello, cuándo de grande tendrá los ojos, con cuánta fuerza aprisionará nuestro dedo cuando lo rodee con su mano diminuta. En ocasiones, ambos expresamos el deseo de que nuestra hija herede tal o cual cualidad del otro. Con humildad sospechosa los dos preferimos que posea cualidades del otro. A mí, a qué negarlo, me gustaría que poseyera el ingenio y las ocurrencias de las que a menudo hace gala su bisabuela. Ayer, sin ir más lejos, mientras veía en la televisión un programa del corazón, apareció en pantalla el panzudo y prematuramente alopécico Paquirrín. La abuela de Pilar, cavilosa, con el ceño fruncido y la vista fija en la pantalla, lo contempló en silencio largo rato y a continuación sentenció: Ese, de feo que es, no duerme por las noches.
2 comentarios:
En relación a las apreciaciones hechas por la abuela de Pilar he de añadir que, personalmente creo que dicho especimen no duerme ni de noche ni de día. De hecho mi padre define al susodicho como un aborto con ciertas habilidades, sobretodo la de comer. De es manera recogería ambas definiciones del siguiente modo: paquirrín, dícese del aborto que comiendo, no duerme ni de noche ni de día de lo feo que es el cabrón. Seguramente para ser más correctos tendríamos que consultar a expertos en genética y métodos anticonceptivos, pero no sé si podrían explicar este "fenómeno" que nos ocupa.
En mi modesta opinión, no puedo aportar más datos, puesto que a mi misma que entran dudas como: qué saldrá de la mezcla entre un gatito y una foca? Y no me digais un león marino, porque claramente he dicho gatito. Son tantas las dudas que le pasan a una por la cabeza, no como a la Pantoja esa sí que fue valiente al parir al engendro de Fary (que en gloria esté) ese que tiene por hijo.
A la espera que la ciencia progrese yo sólo le pediría una cosa a la Pantoja, si es que no está menopáusica todavía, CRUZA LAS PIERNAS POR FAVOR NO VAYA A SER QUE TENGAS POR AHÍ UN CACHULÍN.
Gracias por atender mi ruego.
Lidia
QUE GRANDE ES MI ABUELA!!
Maribel
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