¿Puedes creer lo que estas viendo?, le pregunta, presa del espanto y el estupor, un soldado a su compañero. Mira esto, marcados como si fueran reses, añade.
Por segunda vez veo la extraordinaria mini serie Band of Brother, compuesta de diez episodios y producida por Steven Spielberg y Tom Hanks, premiada, entre muchos otros galardones, con seis Emmys y un Globo de Oro a la mejor serie para televisión, concedido por el American Film Institute. En España fue emitida por Tele 5, como siempre a esas horas intempestivas en las que generalmente los muy avezados programadores proyectan las obras de mayor enjundia. Su título en español es Hermanos de sangre. Band of Brother narra la historia real de la Compañía Easy, de la 101 Aerotransportada de los Estados Unidos, desde el día D, cuando saltaron en paracaídas sobre la Francia ocupada, hasta la capitulación final del ejército alemán.
Uno de los episodios más conmovedores y que más impresión me produjo fue el noveno, precisamente el que he vuelto a revisar hoy, donde se narra el espantoso descubrimiento por las tropas norteamericanas de uno de los primeros campo de extermino de los que se tuvo conocimiento. Decir que es uno de los episodios más conmovedores no es gratuito, habida cuenta que se trata una serie que destaca precisamente por ofrecer en cada capítulo enormes dosis de emotividad y un verdadero derroche de talento, ya sea en lo que atañe al trabajo actoral, esplendido de principio a fin, como a la escritura talentosa de los guiones y, sobre todo, la espectacular producción, donde se observa que no se ha reparado en gastos.
El episodio lleva por título ¿Por qué luchamos? Después de tomar el pueblo de Landsberg, a una patrulla de seis soldado se les encomienda una misión aparentemente rutinaria: echar un vistazo por las inmediaciones de la localidad a fin de constatar la inexistencia de tropas enemigas. El grupo avanza lentamente por un bosque de enormes abetos, por entre la copa de los cuales caen, perpendicularmente, los haces de luz que se posan sobre el terreno húmedo como cortinas traslúcidas. Pese a que los seis se mantienen vigilantes, avanzando con el rifle apercibido y mirando en derredor para no verse sorprendidos por una refriega sorpresiva, sostienen una conversación distendida, pues la guerra está a punto de concluir y las tropas nazis ya no ofrecen resistencia, y no es necesario, pues, el estado de alerta y vigilancia permanente que han adoptado durante toda la contienda. Al poco, sin embargo, caen en la cuenta de que en el bosque reina un silencio excesivo, y como si presagiaran la inmediatez de un cataclismo, guardan silencio y caminan expectantes, en sigilo, preparados para cualquier contingencia. Entre los árboles que se alzan delante de ellos divisan un llano en el que, al aproximarse, observan que se erige un doble y altísimo cercado de alambradas, al otro lado de las cuales distinguen barracones hundidos en la tierra de los que sólo es visible la techumbre medio derruida, y en medio de todo ello, como un macabro espejismo, sombras famélicas que, entre cadáveres esparcidos por doquier, deambulan desvalidas y trastornadas. Se trata de los prisioneros, tocados con gorros y ataviados de una especie de pijama con gruesas rayas verticales, convertidos en realidad en harapos que emiten hedor a muerte calcinada. Los soldados, pese a estar curtidos por la guerra en toda suerte de calamidades y horrores, contemplan, aturdidos y atónitos, cuanto alcanzan a ver sin acertar a adivinar la importancia de su hallazgo. Se detienen frente a un montículo formado por cadáveres, innumerables cuerpos extremadamente delgados se amontonan unos encima de otros, de entre los cuales surgen brazos consumidos que cuelgan flácidos con una extraña numeración tatuada en el antebrazo.
Como si fueran reses, insiste el soldado señalándolas.
¿Puedes creer lo que estás viendo?, acierta a balbucear el otro antes de enmudecer.
Si tenéis ocasión, no dejéis de ver Band of brother.
Uno de los episodios más conmovedores y que más impresión me produjo fue el noveno, precisamente el que he vuelto a revisar hoy, donde se narra el espantoso descubrimiento por las tropas norteamericanas de uno de los primeros campo de extermino de los que se tuvo conocimiento. Decir que es uno de los episodios más conmovedores no es gratuito, habida cuenta que se trata una serie que destaca precisamente por ofrecer en cada capítulo enormes dosis de emotividad y un verdadero derroche de talento, ya sea en lo que atañe al trabajo actoral, esplendido de principio a fin, como a la escritura talentosa de los guiones y, sobre todo, la espectacular producción, donde se observa que no se ha reparado en gastos.
El episodio lleva por título ¿Por qué luchamos? Después de tomar el pueblo de Landsberg, a una patrulla de seis soldado se les encomienda una misión aparentemente rutinaria: echar un vistazo por las inmediaciones de la localidad a fin de constatar la inexistencia de tropas enemigas. El grupo avanza lentamente por un bosque de enormes abetos, por entre la copa de los cuales caen, perpendicularmente, los haces de luz que se posan sobre el terreno húmedo como cortinas traslúcidas. Pese a que los seis se mantienen vigilantes, avanzando con el rifle apercibido y mirando en derredor para no verse sorprendidos por una refriega sorpresiva, sostienen una conversación distendida, pues la guerra está a punto de concluir y las tropas nazis ya no ofrecen resistencia, y no es necesario, pues, el estado de alerta y vigilancia permanente que han adoptado durante toda la contienda. Al poco, sin embargo, caen en la cuenta de que en el bosque reina un silencio excesivo, y como si presagiaran la inmediatez de un cataclismo, guardan silencio y caminan expectantes, en sigilo, preparados para cualquier contingencia. Entre los árboles que se alzan delante de ellos divisan un llano en el que, al aproximarse, observan que se erige un doble y altísimo cercado de alambradas, al otro lado de las cuales distinguen barracones hundidos en la tierra de los que sólo es visible la techumbre medio derruida, y en medio de todo ello, como un macabro espejismo, sombras famélicas que, entre cadáveres esparcidos por doquier, deambulan desvalidas y trastornadas. Se trata de los prisioneros, tocados con gorros y ataviados de una especie de pijama con gruesas rayas verticales, convertidos en realidad en harapos que emiten hedor a muerte calcinada. Los soldados, pese a estar curtidos por la guerra en toda suerte de calamidades y horrores, contemplan, aturdidos y atónitos, cuanto alcanzan a ver sin acertar a adivinar la importancia de su hallazgo. Se detienen frente a un montículo formado por cadáveres, innumerables cuerpos extremadamente delgados se amontonan unos encima de otros, de entre los cuales surgen brazos consumidos que cuelgan flácidos con una extraña numeración tatuada en el antebrazo.
Como si fueran reses, insiste el soldado señalándolas.
¿Puedes creer lo que estás viendo?, acierta a balbucear el otro antes de enmudecer.
Si tenéis ocasión, no dejéis de ver Band of brother.
3 comentarios:
No cabe duda que no olvidar las atrocidades cometidas en el pasado han de servir para tratar de evitarlas en el presente y en el futuro y a mí personalmente ver series como Band of brother me suponen un esfuerzo emocional titánico pues no entiendo el daño, el dolor gratuito, pues éste es infringido con premeditación y alevosía. No logro vislumbrar ningún motivo que justifique perpetrar tales horrores a otro ser humano, será qué hemos evolucionado tan poco que seguimos siendo animales depredadores. Quiero seguir pensando que los seres humanos desarrollaremos nuestro lado no sé si más humano pero si más digno.
Colombina.
Pero la serie, además de mostrar los horrores de la guerra, que lo hace y de forma descarnada, también ofrece un ejemplo de cómo los seres humanos podemos soslayar nuestros grandes temores (la muerte, el dolor, el miedo atroz) con el fin último de conquistar un pedazo de terreno en el que vivir en libertad. También es un clamor a la amistad. Además, no es, en modo alguno, maniqueísta, el enemigo, a menudo, es mostrado como una víctima más de las circunstancias. Las tropas contendientes, las alemanas y los aliados, están formadas, en su mayoría, por jóvenes veinteañeros que se han alistado impulsados por estricto sentido de la justicia, independientemente de los tejemanejes innobles que urden los políticos que los gobiernan.
Hoy día se me antoja imposible algo similar. Las escenas de las tropas aliadas entrando en los pueblos, jaleados por unos ciudadanos eufóricos, es imposible imaginarlas hoy, en que el ejercito norteamericano es vilipendiado állí donde va, repudiado, y tratado como un invasor despreciable, lo cual lleva conduce a reflexión: Bush y compañía ha hecho trizas el prestigio que el ejercito norteamericano había conseguido en la Segunda Guerra Mundial.
Soy consciente de que ante la barbarie más absoluta siempre y gracias a esas expresiones de seres humanos encomiables, que actúan y se mueven por nobles sentimientos como la amistad, la justicia, la solldaridad, la paz (aunque se esté en guerra) y la libertad, sigo creyendo en el ser humano, en su lado más digno y benevolo. Pero por mi forma de ser la visión de series como "hermanos de sangre" mi cuerpo y mi espiritu se van encogiendo, la tristeza me invade no sólo por lo que veo en si sino por lo que en el fondo y en la superficie supone, el enfrentamiento brutal, encolerizado, sin sentido entre dos bandos que se caracterizan por un nexo en común ser seres humanos, que las circusntancias y los gobernantes de turno utilizan para conseguir sus objetivos, tomando decisiones en las que la vida de los otros para ellos no vale nada. ¿la muerte de alguien en manos de otro puede tener algún sentido?
Colombina
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