La primera novela que leí de él fue Crónica de una muerte anunciada. Yo apenas contaba doce años y a Gabriel García Márquez le acababan de conceder el Nóbel de literatura y gozaba ya de una popularidad merecidísima pero infrecuente para tratarse de un escritor de la profundidad del colombiano. Lo hice a instancias de Luis, un excelente profesor de castellano que tenía el don de transmitir su pasión desaforada por los libros como poca gente que yo haya conocido nunca. Sostenido en sus manos un libro dejaba de existir como un mero artefacto cosificado y mudaba en objeto promisorio que encerraba en sus páginas la incertidumbre de mil aventuras por desvelar.
Gabriel García Márquez cumple 80 años y en 2007 se conmemora el 40 aniversario de la publicación de su novela más conocida, Cien años de soledad, una obra maestra escrita con la prosa bella e inconfundible de un escritor que posee la extraña habilidad de narrar las historias de la única forma que pudieron ser narradas. Todavía no había acabado yo de pronunciar las últimas palabras con las que concluye ese libro maravilloso que ya estaba pensando en empezarlo de nuevo, tal fue la imprenta inextinguible que había de dejar en mí esa novela fascinante. Desde entonces he frecuentado su lectura más veces de las que puedo recordar. Otra certeza hubo de instalarse en mi cabeza a raíz de esa lectura reveladora: algún día sería escritor. Y en eso estoy, persuadido aún por la idea pertinaz y acaso disparatada de que más pronto que tarde las historias que se me amontonan en la cabeza hallaran el digno refugio de un libro. Vaya en su honor mi particular homenaje, uno de los principios más hermosos con los que se ha dado inicio a una novela:
"Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo..."
3 comentarios:
Pues yo no me lo he podido leer, lo he intentado varias veces y no lo he conseguido. Espero que por ello no me dejes de hablar.
Pilar
Para darte ánimos, decirte que ya eres escritor. Todos los que dedicamos una parte de nuestro tiempo a ello lo somos, y eso es lo verdaderamente importante. A partir de nuestras vivencias, nuestras lecturas, y nuestro propio desarrollo, nos convertiremos en mejores o peores, pero eso ya va en función de cada uno. Y la fama... sólo sirve para satisfacer los egos de aquellos que lo necesiten, y bueno, esto si es importante, para ganarte la vida con ello. Pero no pierdas la esperanza :).
A mi me marcó la forma de concebir la literatura. Creo, como tú, que su obra no se puede narrar de otra manera, sería otra cosa, no lo que es. Su obra es ineludible, a pesar de que ahora impera lo inmediato.
Saludos.
http://www.enunblog.com/Aguirre
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