sábado, diciembre 30, 2006

Gestos


A los seres humanos nos delatan los pequeños detalles. Lejos del lenguaje complejo y la aparente trascendencia de uno de esos tratados plúmbeos de psicología barata, hay que fijar la atención y detectar las minucias cotidianas que nos afectan a fin de deducir cómo somos y qué circunstancias no impulsan a obrar de una u otra forma. Créanme, el detalle es lo que cuenta. Deslizar inconscientemente la yema del dedo índice por encima de la mejilla de tu pareja, o retirar en un acto reflejo el mechón que le cae en medio de los ojos, o una determinada frase o palabra pronunciada de improviso revelan más de uno que el cuestionario más severo e incisivo al que nos hayamos prestado nunca. Pocas cosas me deparan mayor placer que contemplar el comportamiento de un desconocido que pasea ajeno a la mirada que lo escruta, con el propósito, en cierta forma deshonesto, de saber mucho más de lo que él estará dispuesto a confesar nunca. Deambulan por el mundo infinidad de personas con más de una vida: la suya propia y la que yo les he atribuido en el decurso de los periodos ociosos que dedico a observar a los transeúntes. Desde cualquier banco o umbral que me ha salido al paso, basta un gesto insignificante o ingenuo, o una fugaz mirada de reproche o una indumentaria concreta para identificar la naturaleza del observado. Una mueca realizada por descuido encierra en ocasiones los pormenores minuciosos que conforman la personalidad de un individuo, o de un grupo de ellos. Ayer, sin ir más lejos, leí en El País que el PP de Salamanca había impedido que saliera adelante una moción que invalidaba, bien que de manera simbólica, el acta de 1936 mediante la cual fue expulsado el escritor Miguel de Unamuno de la concejalía del ayuntamiento salmantino, concedida democráticamente, bueno es recordar, por los ciudadanos. La medida fue llevada a efecto por exacerbados políticos de un rancio espíritu carpetovetónico (afines, de más está señalar, a las tropas golpistas) que lo acusaron, entre otras imputaciones, de falta de respeto e irreverencia en relación a la nación española. A menudo escucho o leo las quejas que la militancia del PP (o parte de ella) reprocha a quienes sistemáticamente los vinculan con el régimen de Franco. Bastaba el detalle de respaldar, o sencillamente no obstaculizar, la moción pretendida en Salamanca para invertir o modificar o rebatir a los que tal ascendencia les atribuyen, y sin embargo han insistido en realizar el gesto contrario. Y es que nada es más cierto: a los seres humanos nos delatan los pequeños detalles.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es bien cierto. Si quieren dejar de ser vinculados con Franco, que dejen de auto vincularse...Aunque no llamaría yo pequeños detalles, y mucho menos sutiles a sus formas...

besos,

Manoli