viernes, diciembre 22, 2006

Dedicado a quienes compran lotería


Era se una vez un hombre que en rigor no se preocupó nunca de ejercer como tal. De entre todos los oficios variopintos que desempeñó a lo largo de su vida, el de lotero ocupó sus últimos años. Cuando se acercaban estas fechas entrañables en las que la gente acudía en manada con objeto de adquirir un número de lotería que les aliviara de las privaciones que padecían a diario, no sólo en las administraciones de sus respectivas ciudades, sino también en la de los pueblos y locadidades de otras regiones, mediante algún conocido que casualmente las visitaba o, si fuera menester, peregrinando ellos mismos exprofeso. Este lotero, cuya dos neuronas sólo reaccionaban ante negocios al margen de la ley, (cuando no en dilapidar de inmediato los dividendos que deparaban semejantes asuntos fraudulentos), este lotero, digo, había adquirido la costumbre, en las proximidades del sorteo del Gordo de Navidad, de realizar miles y miles de participaciones de un número determinado de lotería del que, en cambio, apenas se molestaba en comprar un décimo, por completo insuficiente para responder a las cantidades ingentes de participaciones que por lo general vendía. Es decir, pergeñaba un fraude, una estafa de la que además hacía cómplice involuntaria a su familia, incluidos sus hijos de corta edad, quienes pasaban horas y horas rellenando los talonarios de participaciones con todos los datos de obligada presencia en participación que se precie: el número de lotería, el precio del boleto, el sello con el nombre y el domicilio de lotero, etcétera. A tal efecto contaban con todo un instrumental a fin de realizar la tediosa tarea con eficacia y diligencia: una cajita con la esponja o cojín empapado en tinta de color azul, instrumentos de distinto tamaño con engranajes para elegir las cifras que a continuación se impregnaban de dicha tinta, etcétera. El resultado de la estafa era dispar; si bien es cierto que ninguno de los números que el insensato lotero eligió fue premiado jamás con uno de los denominados importantes (primero, segundo o tercer premio), no lo es menos que la mayoría de veces sí alcanzó el duro por peseta, esto es, el lotero debía devolver a su cliente un duro por cada peseta que hubiera invertido en su participación. Llegado el caso el individuo ponía pies en polvorosa, se esfumaba, desaparecía y, por tanto, dejaba sola a su esposa e hijos, que debían atender (en especial la desdichada mujer) las reclamaciones legítimas de los furiosos clientes. Semanas más tarde, a la intemperie de la madrugada, con absoluta premeditación, el lotero aparecía en un desvencijado camión y el correspondiente chofer a sueldo y cargaba en él a toda su familia y el mobiliario imprescindible, y emprendían fuga a cualquier otra ciudad en la que, más pronto que tarde, volvía a pergeñar el mismo fraude, que acabó por causar un extrañó trauma a sus hijos: durante años no podieron oír la voz cantarina de los niños de San Ildefonso sin experimentar una suerte de pavor e incertidumbre irreprimible que los empujaba deambular por inhospitas montañas o encerrarse en habitaciones durante el tiempo en que se prolongaba el Sorteo del Gordo de Navidad.
Era se una vez un padre que en rigor nunca se preocupó de ejercer como tal.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Erase una vez una música, la que sonará toda esta mañana en todas las televisiones de España, que todavía hace temblar a servidora. Pero una vez más, como decía mama, la vida nos muestra constantemente que existe una justicia poética, y el 22 de Diciembre se ha convertido ahora en el día en que yo empecé mi relación con un hombre que cada día ejerce como tal: tu cuñado.

besos,

Manoli

Anónimo dijo...

Yo solo digo que he comprado 100€ de loteria no falsa, y no nos ha tocado nada.
Me podría haber comprado un vestido morado divino de la muerte de Massimo Dutti para Navidad, y aquí estoy con 100€ menos y sin vestido. Eso sí soy muy afortunada en amor porque tengo a mi lado al hombre más maravilloso del mundo.

Carrie B.

Anónimo dijo...

ni más ni menos...

manoli

Anónimo dijo...

Erase una vez,unos niños que aunque tuvieron esa banda sonora en su vida durante años, también tuvieron la mejor directora de orquesta (no se puede pedir todo.)


pd. Pilar eso está bién Siempre que no tengas que devolver el vestido y tengas que poner el motivo de la devolución.....