Liberado por fin de la terrible servidumbre de los exámenes, regreso al blog con energías renovadas. Ha habido ocasión, durante estos días de ausencia, para la creación de suculentas entradas sobre las que, en cualquier caso, ya no regresaré ni insistiré porque considero han perdido actualidad. Baste algún ejemplo: Aznar y su alucinante vindicación de la conducción etílica. Este señor, este berzotas desgreñado está sembrado de ocurrencias malévolas que bien podría haber sostenido en público en su época de jefazo del Gobierno, a fin de que todos conociéramos su verdadero lado oscuro.
El tema Isabel Pantoja también habría sido digno de una reflexión escrita. Parece ser que ahora, por doquier, están surgiendo movimientos espontáneos de ciudadanos responsables que se ocupan de recaudar dinero con objeto de paliar los problemas financieros que pueda padecer, en el futuro, la ya coplera ladrona por excelencia del panorama rosa de este país inenarrable. Hasta la abuela de Pilar, antes azote iracundo de famosillos de medio pelo, a los que dedicaba toda surte de improperios en modo alguno reproducibles en este blog, se ha declarado pantojista, y entre las causas que sustentan su repentino apoyo a la folclórica, destaca el siguiente: la pantoja no es más que una víctima cándida del gañán Julián Muñoz, que ha recibido, con el dinero sustraído, justa recompensa por ofrecer su cuerpo al ex alcalde marbellí.
¿Y qué me decís del bueno de Julián Muñoz?, este personajillo patético que tiene por costumbre situarse el cinturón del pantalón a la altura de los pezones. Emulando, mal que bien, al asesino De Juana Chaos, se declara en huelga de hambre y después apenas muestra voluntad para soportarla el tiempo que tarda en alcanzar su celda el olor a bocadillo de calamares que preparan en el bar situado al lado de la cárcel que lo recluye.
Procede una reflexión sobre los estímulos que quiebran o fortalecen nuestra voluntad, y asimismo nuestra predisposición a seguirlos. A primera vista no parece el tal Muñoz poseer el perfil de un individuo de inquebrantable determinación.
Yo me he preguntado a menudo (no tanto ahora como cuando era más joven y asistía en el cine a esas escenas en las que sometían a martirio al imperturbable protagonista) dónde se hallaran los límites de mi resistencia al sufrimiento. Y en más de una ocasión he constatado que apenas un ligero constipado desmorona mi voluntad y pronto me retuerzo en la cama y profiero aullidos de dolor, y me cobijo bajo las sábanas para evitar la tentación de atravesar el túnel, al final del cual, aguarda la luz que conduce al mundo de los muertos. Y todo esa escena se desarrolla mientras Pilar (o mi madre antes, o cualquiera de mis hermanas) aguarda al lado de la cama con un vaso de agua en una mano y el Frenadol en la otra, ajenos todos, los muy inconscientes, al drama interior que estoy padeciendo en esos momentos.
El tema Isabel Pantoja también habría sido digno de una reflexión escrita. Parece ser que ahora, por doquier, están surgiendo movimientos espontáneos de ciudadanos responsables que se ocupan de recaudar dinero con objeto de paliar los problemas financieros que pueda padecer, en el futuro, la ya coplera ladrona por excelencia del panorama rosa de este país inenarrable. Hasta la abuela de Pilar, antes azote iracundo de famosillos de medio pelo, a los que dedicaba toda surte de improperios en modo alguno reproducibles en este blog, se ha declarado pantojista, y entre las causas que sustentan su repentino apoyo a la folclórica, destaca el siguiente: la pantoja no es más que una víctima cándida del gañán Julián Muñoz, que ha recibido, con el dinero sustraído, justa recompensa por ofrecer su cuerpo al ex alcalde marbellí.
¿Y qué me decís del bueno de Julián Muñoz?, este personajillo patético que tiene por costumbre situarse el cinturón del pantalón a la altura de los pezones. Emulando, mal que bien, al asesino De Juana Chaos, se declara en huelga de hambre y después apenas muestra voluntad para soportarla el tiempo que tarda en alcanzar su celda el olor a bocadillo de calamares que preparan en el bar situado al lado de la cárcel que lo recluye.
Procede una reflexión sobre los estímulos que quiebran o fortalecen nuestra voluntad, y asimismo nuestra predisposición a seguirlos. A primera vista no parece el tal Muñoz poseer el perfil de un individuo de inquebrantable determinación.
Yo me he preguntado a menudo (no tanto ahora como cuando era más joven y asistía en el cine a esas escenas en las que sometían a martirio al imperturbable protagonista) dónde se hallaran los límites de mi resistencia al sufrimiento. Y en más de una ocasión he constatado que apenas un ligero constipado desmorona mi voluntad y pronto me retuerzo en la cama y profiero aullidos de dolor, y me cobijo bajo las sábanas para evitar la tentación de atravesar el túnel, al final del cual, aguarda la luz que conduce al mundo de los muertos. Y todo esa escena se desarrolla mientras Pilar (o mi madre antes, o cualquiera de mis hermanas) aguarda al lado de la cama con un vaso de agua en una mano y el Frenadol en la otra, ajenos todos, los muy inconscientes, al drama interior que estoy padeciendo en esos momentos.
3 comentarios:
Doy fe de 2 cosas:
1. Del pantojismo de mi abuela.
2. De lo nenaza que es mi marido.
Pilar
Yo también.
NENAZA, MÁS QUE NENAZA!!!!
No me hagas hablar que podría crear un blog sólo con las quejas interminables con las que nos has deleitado durante nuestras vidas. Pilar, santa rita, rita, lo que se da no se quita. Más vale que te quedes con él para toda la vida, porque yo no aguanto las quejas más...Desde que asisto a mujeres al parto no siento compasión ninguna hacia un hombre hundido en la miseria por una inflamación de amigdalas...a menos que sean las amígdalas inferiores, if you know what I mean...
Manoli
¡Arcadio!
¿De que exámenes estamos hablando? ¿No serán lo de madurez?
¿Como te han ido? Ves informándonos mientras te vayan dando las notas. Y que Dios reparta suerte, porque como reparta justicia...
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