jueves, noviembre 02, 2006
El libro de Rosetta
Nadie en la profesión periodística había advertido con anterioridad el menor indicio que pudiera prever semejante eventualidad. De la noche a la mañana las dos expresiones desaparecieron de las innumerables hablas diseminadas a lo largo y ancho del planeta y, pese a que las dos palabras podían ser evocadas mentalmente sin la menor dificultad, la tarea de pronunciarlas, siquiera en forma de susurro, o de trasladarlas de la mente al papel o a la pantalla del ordenador por medio de la escritura devenía una tarea fuera del alcance de cualquier ser humano. Desde el periódico más modesto a los grandes grupos de comunicación internacionales padecieron las consecuencias de una circunstancia que los había sumido a todos en el desconcierto, que no suscitaba sino la formulación constante de la misma pregunta: ¿Sin Dantesco y Kafkiano cómo describiremos en adelante escenas y situaciones? Era sabido que las escenas siempre habían sido dantescas y las situaciones kafkianas, y con la repentina desaparición de ambos adjetivos, ¿de qué otra forma cabía calificar esos sustantivos? ¿Sería posible que los profesionales de la información no se hubieran anticipado a semejante imprevisto? El ciudadano asistía perplejo a cómo los reporteros, en televisión, radio o prensa escrita, dejaban inconclusas sus crónicas debido a la imposibilidad de hallar los dos adjetivos con que describir los sucesos de los que daban cuenta. Algunos de los periodistas que había echado mano a menudo de dichos adjetivos se vio obligado a admitir que, pese a utilizarlos hasta la náusea, jamás habían sabido qué significaban ni asimismo habían realizado el menor esfuerzo por saberlo, circunstancia esta que pretendían disculpar con el argumento, desafortunadamente cierto, de que ni Dante ni Kafka eran en realidad necesarios para finalizar con éxito la carrera de periodismo.
El planeta fue presa de una paulatina pero inexorable desinformación. El desinterés de los ciudadanos por cuanto acontecía en el mundo aumentó de manera alarmante, como consecuencia de la precariedad y desidia con que los medios trasmitían las noticias. El problema, lejos de solucionarse, adquirió proporciones imprevistas. Los informativos, ya fueran televisados o radiados, las tiradas de los periódicos, y la prensa digital constató cómo descendían vertiginosamente las respectivas audiencias. El planeta, pues, parecía precipitarse sin remedio hacia una dictadura de la indolencia, cuando se propagó en Internet un correo electrónico anónimo que vino a facilitar una posible solución. El autor explicaba que años atrás, mientras cursaba estudios universitarios, en medio de la duermevela a la que lo abocaba alguna de las clases soporíferas a las que asistía, le había sido dado conocer la existencia de un libro en el que se podría hallar remedio a tan infrecuente asunto. El ejemplar en cuestión era conocido, apuntaba el anónimo, con el nombre de Diccionario de Sinónimos. Hoy día, años después del hallazgo, se trabaja sin descanso en el quehacer laborioso de descifrar el método y las claves que permitan alcanzar los conocimientos necesarios para utilizar correctamente dicho libro. Los especialistas, pese a la lentitud con la que progresaban, se mostraban optimistas y recurrían al ejemplo, para mantener viva la esperanza, del descubrimiento en 1799 de la Piedra de Rosetta, instrumento indispensable que, como saben, condujo a descifrar los jeroglíficos egipcios. Llevará más o menos tiempo, afirmaban los especialistas, pero acabaremos encontrando una o quién sabe si varias palabras que sustituyan Dantesco y Kafkiano. Es cuestión de tiempo.
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2 comentarios:
Ojalá fuera cierto.
Pilar
un vistazo a cualquier diario o telediario de cuanquier día de la semana nos da bastantes ideas, sucesos y personajes con los que podríamos sustituir las dos palabras...probablemente la Historia no de tantas oportunidades de encontrar sinónimos como en este caso. Te lanzo el reto de escribir alguno...Manoli
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